la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

viernes, 10 de octubre de 2014

Primavera, cerezos. Nos aproximamos al invierno.

Un arco iris sin lluvia, la tormenta sin calma, las madrugadas sin insomnios, la gloria sin sufrimiento, el dolor sin causa, la recompensa sin trabajo, las ojeras después de dormir más de doce horas, el llanto sin motivo, la alegría de la tristeza, el calendario sin fechas, el corazón sin alma, el perro sin dueño, el gato sin siete vidas, el trébol sin hojas, el árbol sin ramas, el mar sin agua, la arena sin conchas, los peces sin branquias, tú sin tu tú, mi vida sin ti, los días sin noches, las horas sin prisas, las semanas sin finales, los cuentos sin historias, los príncipes sin caballos, las metáforas sin segundas, el hecho de hablar sin tener nada que decir, las palabras sin letras. 
El poema XX de Neruda sin la canción desesperada después. 


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 


Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 



El viento de la noche gira en el cielo y canta. 



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 



En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 



Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 



Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 



Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 



Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 



Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 



La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 



Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 



De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 



Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 



Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 



Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Pero la realidad es otra: el arco iris sale cuando se juntan la lluvia y el sol, después de la tormenta siempre llega la calma, toda madrugada que se precie debe de ser vista bajo insomnios, el sufrimiento de la gloria, la causa del dolor, el trabajo para las recompensas, dormir más para menos ojeras, llorar con motivo, tristeza alegre, las fechas de este calendario que reposa sobre la mesa, alma: corazón, ser dueño de un perro y salvar todas y cada una de las sietes vidas del gato del vecino, un trébol con cuatro hojas, subir a las ramas de un árbol, perderse en el mar, buscar conchas en la arena, pensar en ser un pez cada vez que te sumerges, tú siendo tan tú y yo siendo tan poco yo desde que tú, las noches sin contar los días, las prisas a las que van asociadas cada hora, los fines de semana, las historias que llevaron a escribir cuentos, los caballos para escapar con quien sea más imaginario que real, las segundas que esconden las metáforas en cuestiones de.. bueno, de eso que guarda el pecho, hablar sin decir nada siendo conscientes de que son más importantes los hechos que las palabras. 
El poema XX, el XV, el que habla sobre lo que le hace la primavera a los cerezos  y el que todavía no ha sido presentado sobre papel.