la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

viernes, 25 de agosto de 2017

7-7-77

Hace un recogido con su pelo blanco, abre el cajón de su derecha, cierra los ojos, se inclina hacia atrás en su mecedora y deja que los recuerdos se adueñen de su presente mientras un rayo de sol le acaricia el rostro. Han pasado unos cuarenta años de aquello, pero no hay nada que le impida volver a ese momento tan especial. Sujeta entre sus delicadas manos unas hojas de papel casi amarillentas, escritas a mano y guardadas como oro en paño a lo largo de todos los años transcurridos. Se balancea hacia delante y atrás. No le hace falta desdoblar la hoja para conocer su contenido. Las ha leído tanto que es su memoria la que consigue recitarlas. 

Aprieta más fuerte los párpados, deja de mecerse frenando el movimiento con los pies y suspira.

"Amores de verano", piensa. Sonríe. Junto con la curva que dibujan sus labios no puede evitar dejar caer unas cuantas lágrimas cuya sal acaba por transportarla casi instantáneamente a ese mes de Julio.
7/7/77, la fecha que definitivamente acabó por marcar un antes y un después en su vida. Siempre le dijeron que los amores de verano eran algo efímero, tan pasajero como el mismo tiempo y que, si alguna vez decidía dejarse llevar por lo que pudiese sentir, debía conocer desde un primer momento que tendría fecha de caducidad. Toda regla tiene su excepción y ésa no iba a ser menos. Ella había sido testigo de que pudieron escapar de la distancia que traía consigo septiembre y conservaba la prueba entre sus manos.

7 de julio de 1977. Por aquel entonces no tenía canas, ni las manos arrugadas, ni el rostro cansado. Era alta, esbelta, con una cabellera rubia que pasaba sus hombros y casi acariciaba su cintura. Una joven de 20 años que adoraba el mar, el sol y la arena. Le encantaba el contraste de temperatura que se producía al pasar de la arena caliente al agua fresca. Movía los dedos de los pies, divertida, mirando al horizonte para observar cómo pasaban el rato sus hermanos con una enorme pelota, que fue lanzada por el más mayor de manera brusca y acabó casi por desaparecer del alcance de los dos pequeños. Salieron del agua angustiados y el más chico comenzó a llorar. Ella procedía a recoger su pelo para nadar hasta el balón, cuando apareció un chico que sujetaba la pelota sonriente. Era más alto que ella, moreno, de ojos verdes, sonrisa bonita, un poco bronceado y, además, tenía algo que hizo que se le revolviese el corazón.
“Creo que es vuestra, pequeños. Tened más cuidado la próxima vez, vaya a ser que acabéis por perderla”, les dijo a los niños mientras se la devolvía.  “Gracias”, contestó ella tímidamente mientras soltaba su pelo. “Un placer”, respondió él.
Pasaron la mañana hablando y conociéndose, relatándose mutuamente sus vidas en las ciudades de las que procedían y dispuestos a continuar al día siguiente la conversación. Así se sucedían los días, las tardes, e incluso alguna que otra noche, hasta que llegó una de las fechas favoritas de ella: las lágrimas de San Lorenzo. Ese año fueron todavía más especiales, pues las contempló al lado de aquel chico de mirada inquieta por el que acabó sintiendo más de lo que podría haberse llegado a imaginar. Esa noche estuvo verdaderamente llena de magia y acabó por cumplirse uno de los deseos que pidió a las estrellas fugaces: que la besase.
“Si existe el amor debe de ser algo así”, pensó.

Transcurrían los días hasta llegar el mes de la despedida. Lo llevaba temiendo casi desde que lo conoció. Era incapaz de decir “adiós” a ese moreno que la había conquistado de una manera tan sincera que pensaba que el amor que sentía por él iba a perdurar toda la vida. Prometieron no olvidarse, volver al año siguiente, mandarse cartas durante los nueve meses - casi diez que iban a pasar separados y retomar el contacto en el mismo lugar donde se encontraron por primera vez.
No hubo nadie en toda la ciudad de Madrid que le revolviese a ella el corazón. No existía ni una persona en León que hiciese que a él se le parase el tiempo. Las cartas parecían volar de una ciudad a la otra y con ellas, los sentimientos que tenían el uno por el otro.

Pasaron los meses y ambos cumplieron la promesa. Volver.
Decidieron no pasar ni un día separados el uno del otro en el abrazo que marcó el reencuentro. Se prometieron, a pesar de saber que parecía una completa locura, y se casaron el verano siguiente en la iglesia que tenía a los pies el lugar exacto en el que se cruzaron sus miradas por primera vez dos años atrás. La fecha de la ceremonia fue el 7 de julio de 1979.  Ella desbordaba felicidad en estado puro. Él desprendía alegría por cada poro de su piel.
“Sí, quiero”, las dos palabras más bonitas de sus vidas.

Desde aquel momento experimentó día a día lo que era enamorarse de la misma persona. Ambos se instalaron en el pueblo costero donde se conocieron y emprendieron el viaje de su vida juntos. Él fue capaz de demostrar su amor minuto a minuto. Ella lo quería cada día más y con todo su corazón.
Un amor de película, de los de antes, de los de ahora, de los de querer con todo el corazón. Hasta que la muerte los separe. Y ésta acabó haciendo de las suyas y entrometiéndose en lo que fue la historia de amor más pura de todos los tiempos. Pero no consiguió acabar con ella. El amor siempre gana.



Abre los ojos, vuelve al presente. Ya no llora. Mira hacia la playa y vuelve a sonreír.  Ni septiembre puede hacer que olvide al hombre que el mar le llevó a la orilla. “Amor de verano, amor de mi vida”, recita lo que un día escribió. Se balancea de nuevo con el sabor de aquel recuerdo inmortal.

viernes, 2 de octubre de 2015

La luna contra ti.


Contigo hasta la Luna porque el cielo se nos queda corto.


La lluvia de estrellas puede intentar acercarse a tu manera de ver la vida, pero no creo que consiga terminar a menos de un universo de pasos de ti porque, entiéndelo, algo tan fugaz no tiene derecho a compararse contigo, ¿verdad que no? 

El Sol es la luz del día a así como tus ojos son el espejo en el que quiero verme reflejada mientras dure mi existencia. No creo que puedas ser consciente del brillo que tienen cuando los abres, ni de la intensidad que refleja una mirada tan pura como la tuya.

Que sí, que han existido volcanes en erupción y diluvios casi universales, pero más de una vez hemos abierto ese paraguas que tan mal sueles llevar y hemos acabado haciendo frente a cualquier pronóstico meteorológico más negativo de lo habitual. 

Ahora entiendo esa frase que dice "tu risa es una ducha en el infierno". Ya está todo más que claro. Hoy soy capaz de explicarte que tu risa es de otro planeta y yo quiero ser tu satélite como la Luna lo es de la Tierra para poder contemplar durmiendo cada noche, para poder reafirmar que debe ser cierto que las mariposas un día se sienten pero no aparecen por cualquiera. Y el insecticida se fue a la mierda y me quedé contigo.

Y es que, a pesar de que me saques de quicio más de lo estrictamente necesario y me vuelvas loca en más de una ocasión, debo confesarte que eres la decisión más sensata que he tomado hasta ahora. 


El cielo se nos queda corto, el universo, bajo tus pies.

martes, 1 de septiembre de 2015

El dolor del codo.

El tópico del dolor de la viuda que sentimos en el codo no tiene nada que envidiarle a la gran afinidad de nuestro dedo pequeño del pie para darse con todo mueble que se le interponga en el camino. Y si eso es dolor, tú no has llegado a ser ni la peor migraña del mundo. 

Que sí, que sí, que vale. Que te calles ya. Que me calles ya. Que estas ansias de escribir solo vuelan bajo tus alas y estas letras no gritan tu ausencia pero apelan tu nombre así como yo pertenecí un día a ti.
Vaya invierno el de aquel verano.
Maldita adicción la que me causaste cualquier día del peor año de mi vida y digo peor porque lo realmente catastrófico está por venir: te recuerdo que sigo viva, te demuestro que aún no he muerto. Aún. 
Me siento. Debería decir "lo siento" pero no pienso rectificar porque ahora soy yo la que se siente latir. Me siento. Me siento y me doy el pésame por mi resurrección y te juro que no volveré a soltar flores con la mirada en todos los rincones donde fuimos felices. (En el hipotético caso de que se alineen los planetas y me de cuenta de que sí, alguna vez lo fuimos.) Nunca tienes que regresar a donde has sido feliz. Y sino, que se lo digan a los días que perdí buscando tus ojos en un lugar en el que ni si quiera tenías pensado vivir. Porque no, maldito subconsciente, tus ojos no son de este mundo. 
Ya llevábamos años guardándole el luto a una puta despedida que además de ser puta no tuvo los cojones de aprender a besar antes de pasar el último tren. Ya llevábamos años ahorrando sal para el tequila cuando lo que realmente queríamos era coger la botella y despegar. Dejar la tierra, tocar fondo y despegar hacia el sol. Y quemarnos. Quemarnos como quema el fuego cuando se juega con la intención de ganar. Y salir. Joder, salir perdiendo hasta sin premio de consolación porque el hecho de que te fueses no fue un premio, fue la maldita lotería. 
Y ahora le pregunto a tu ausencia, ¿la felicidad se puede comparar con la tristeza de perdernos? Yo he sentido extasís en tu pérdida: mi ganancia. 

Ahora me pregunto, ¿para qué coño voy a escribirte si estás muerto?

jueves, 27 de agosto de 2015

Agua

Cómo decirte que todo lo que me gustaría contarte no puede resumirse en unas pocas líneas. 

Cómo explicarte que si a día de hoy mi corazón late tienes que tener claro que es por ti. Única y enteramente por y para ti. Desde ti. 
Tienes todos los derechos reservados sobre él. No lo malgastes. No lo malgastes porque el tiempo nos va a poner en nuestro lugar, amor mío. 

Vuelve. Vuelve aquí. Quédate conmigo. Regresa a casa. Déjame edificar mi casa en ubicación "tu mente" que tu corazón no tiene por qué enterarse. Que yo quiero vivir en los dos. Que tú eres mi hogar. 

Que esto es nuestro. 

Créeme. No hay nada más tuyo que mi existencia. Y no hay nada más mío que agradecerte el hecho de mantenerme en pie. En pie y todo lo estable posible. Y digo posible porque ya nos conocemos las montañas rusas mejor que todos los que inventaron parques de atracciones.

Es cierto que a menudo puedo tambalearme, hacer que estemos sobre un hilo a pie de un precipicio imposible de cruzar. Es cierto que a veces es posible que te falle, que apunte con una pistola un disparo directo a tu primer corazón (tu segundo es el mío). Que esté a punto de apretar el gatillo. Y después me ponga a mí en medio para salvarte. Nada, nada conmigo que nos mantendremos a flote. Nada conmigo porque no hay nada más bello que el agua. Nada porque aquí el que nada no se ahoga y elijo morir de mil maneras pero no así.

"Lo que no te mata te hace más fuerte." Ahora sé que he escogido bien mi fortaleza, que me va a mantener en la superficie aunque a veces mire hacia el fondo. 
Lo reconozco, tus brazos me han salvado más veces que las que he podido contar.
(has estado a punto de hacerle competencia al mismo mar)


lunes, 22 de junio de 2015

Metástasis y possit.

Espero que entendáis que donde duele no inspira: mata.

Hay personas que no te caben ni en todos los folios del mundo y despedidas que están hechas para possit de quita y pon. 
Si algo he aprendido es que el hecho de llegar un segundo tarde puede matar al paciente. Y luego estás tú, que odiando la medicina decidiste acabar con la mía en el primer cruce de miradas.. Aún no se ha inventado la condena para paliar el dolor de una huida, ni tampoco se ha demostrado la inocencia que ocultan tus pupilas. Tranquilo, sin ser juez llegaré a desmentirla, a mentirte casi tanto como tú por aquel día, a jugar a ganar hasta perder las ganas, hasta encontrarme a mí. Yo solo puedo ser desde que no estás. 
Me enseñaste a vivir muriendo y desde lo más profundo de mi cadáver te agradezco todo lo que hiciste por mantenerlo bajo tierra. Mi ataúd ya no espera tu regreso, así como yo espero que me dejes saturar todas las heridas que decidiste abrirme. Sí, saturar y no suturar.

Es el momento de confesarte que no me enamoré de ti. Me enamoré del fondo que tocaban mis manos imaginándose las tuyas, me enamoré de los versos que adornaban mi lápida. Perdí la cabeza por ahogarme en mis lágrimas, amé la descomposición de mi propia mente y lloré cada una de las manifestaciones de metástasis con tu nombre que causaban mis males.
Mi pena y mi pérdida de alegría. Y un adiós a mi dignidad.
Mi corazón ya no latía, el frío se apoderaba de mi cuerpo en los abrazos más cálidos, el propio mar me sabía a un ron puro, dulce y vomitivo, casi tanto como lo fuiste tú.

He muerto desangrada por dentro, he tenido hemorragias tan internas que han llegado a rozar lo superficial, me he visto reflejada en las calaveras y no he sentido temor al ver un cuerpo sin vida. 
Me deshumanizaste y no existe entidad anónima que esté dispuesta a reinsertarme en sociedad.

Para mí no existe la nada pues decidí matarte hace el tiempo suficiente como para querer vivir de nuevo.
Volver a mí. Y desear sentirme así.

domingo, 7 de junio de 2015

1/2

Hace medio año de mi resurrección y ni tú mismo pareces darte cuenta.
Hace seis meses que quemo las coronas de capullos a punto de florecer que otros dejan sobre mi lápida y poco más de uno que una rosa marchita tiene un sitio especial en mi habitación. (habitación, corazón) 

Hace medio año de mi resurrección y ni tú mismo pareces darte cuenta.

Te juro que nunca me había gustado tanto una madrugada. 

Hace unos diez días menos de cien que empecé a subir las escaleras de más de 1460  en construcción. Me dije a mí misma que quién no teme al vértigo no posee peligro de caída. Aunque me tambalease, aunque me temblaran las rodillas, aunque me desangrara por dentro, aunque mis manos no me perteneciesen, aunque mis pies ya no siguieran por mí, aunque el mar de dudas se convirtiese en resaca de bandera roja. Muy a pesar de haber muerto ahogada con mis lágrimas. 

Te aseguro que a mí el frío me gusta sólo y únicamente /d/esde ese mes. 

Elaboraron a mi alrededor de mí un muro durante años y nadie se atrevió ni tan si quiera a tocarlo. Dispararon balas que rozaron cada milímetro de mi piel, que perforaron una a una a mis vísceras, que jugaron a extrapolar a la nada a todas y cada una de mis arterias, que explotaron mi cerebro, que me vaciaron las venas y me lapidaron el corazón. Que yo ya no era persona, que sólo era cuerpo, que mi alma murió, que me vestía de negro por luto a la misma y por manifestar la violación que sufrí en primera persona el día en el que me desgarraron los sentimientos y me despojaron de ellos. Y decidí fingir morir. 

Te prometo que no hay paseo más bonito que el que di una noche como esta de hace unas 181 madrugadas. Y se dice rápido y se pasa aún más. Y yo solo quiero vivirlo lento.

Hace seis meses que me dieron los dos besos más míos de mi vida, que me dijeron un "no" rotundo derrochando simpatía (nótese aquí la ironía), que intentaron envenenarme con cerveza sin saber que no somos compatibles y que afirmaron "tú eres de las mías". Y acabé siendo. Pero suya. 
Hace 4344 horas que una mirada llegó tan dentro de mí que callamos a un salón entero y dejaron una conversación por nosotros. Por la manera que tenías de mirarme. Por cómo te cogí la mano y me agarraste hasta el corazón. 
 Que sí, que debe de ser verdad eso que dicen de "quédate con quién te soporte en época de exámenes", pero ¿qué hay de el que se enamora de ti en ella? 

Hace seis meses que fui directa al cielo y ni tú mismo pareces darte cuenta. 

jueves, 28 de mayo de 2015

Tenías unas ganas de vivir que eran capaces de enamorar a cualquier suicida a punto de acabar consigo mismo para decidir morir terminando en ti.


Las palabras acaban siendo únicamente un conjunto de vocablos destinados a alguien, pero no siempre dispuestas a cumplirse. Te prometo que se me parte el alma cada vez que te veo besando a otra por la calle, Olvido. Por esa ruta que hicimos tantas veces, por esos besos que no me diste, por las espinas que escondías en cada uno de tus abrazos
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Capullo, florece.

Mi tumba sigue llena de flores de plástico dispuestas a marchitarse tras el primer rayo de sol. Mi cadáver  se está conviertiendo en el hogar de todos aquellos gusanos que sólo saben gritar tu nombre. Gritan y no los escucho, Memoria, ¿acaso no te das cuenta de que llevo muerta desde el primer momento en el que pronunciaste la primera palabra que iba destinada a mí?


Que lo del vaso medio lleno o medio vacío, Melancolía, es algo que todos sabemos y pocos vemos. Y dime tú, ¿cómo estar vacía si estoy llena de nada? ¿Cómo estar llena si no tengo lo que muchos buscan cada madrugada? ¿Cómo coño me vas a ver a la mitad si eres ciega de nacimiento? ¿Por qué pretendes saber de mí si llevo sin dar señales de vida más de diecinueve años?


"Con cuántas personas estamos y con qué pocas somos", a cúantas personas decimos "te quiero" y con qué pocas lo sentimos.