la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

miércoles, 31 de diciembre de 2014

2014

Otro año más. 12 meses y más de cien historias.
Permitidme no poner nombres, permitidme describir personas, momentos, instantes, sueños y pesadillas. Permitidme, por favor, regresar al 1 de enero y avanzar resumiendo.
Los años pares son los años pares, al menos para mí. Creo que puedo afirmar que este año ha sido de los buenos, de los que marcan un antes y un después y puedo asegurar que el final a veces es mil veces mejor que el principio, no sé.

1 de febrero. 2014 fue volver al agua, volver a ser.
  
2014 fueron el 12, 13 y 14 de junio y aquí agradezco los ánimos de la cordobesa que se fue a Sevilla, la que siempre me ha apoyado, la que ha sabido sacarme a flote cuando yo estaba a punto de derrumbarme. Gracias. Gracias porque siempre has creído en mí todo eso que yo no he confiado. Tengo tu carta guardada en el primer cajón de mi mesilla y me saca adelante todas las veces que te gustaría haberlo hecho a ti. Eres muy grande y vales muchísimo. Algún día hasta Malú se dará cuenta de eso. De aquí, a la Voz.

2014 fue el regreso del 22 de enero, el 29 de marzo, la semana de julio y el 30 de octubre. 2014 fueron parques de dos ciudades que nunca estarán destinadas a encontrarse y un puente en el que todo surgió porque sí. 2014 fue convertir en mes a una persona. La misma para la que no tengo corazón. ¿Cómo se le ocurre preguntar por algo que ha ido destruyendo?
Creo que podría decir “lo siento, te juro que creía que este iba a ser el año” pero ahora es cuando debo admitirme (admitirle) que me he despedido del dolor. Casi me matas, olvido, casi me mato por él. La verdad es que a ratos me hizo feliz y me calmó cuando estaba al borde de la tormenta. Fue mi calma y mi caos. Todo lo demás está de más. Supongo que ya sólo queda darle las gracias. Gracias por haber regresado, por haber dejado que me vaya. Espero que recuerde eso que una vez leí de que “a veces hace falta más valor para huir que para quedarse”.
Bueno, pero si le ves, dile que espero que todo le vaya bien, que sonría, que siga con las ganas de vivir de las que me enamoré, que luche por sacar adelante su carrera, que yo sé que puede, que es fuerte. Si te lo encuentras dile que me he ido, y que a ratos me hubiese gustado haber corrido mucho más y haberme ido más lejos de lo que lo he hecho. Coméntale que a lo mejor dentro de unos años nos volvemos a encontrar, pero que no prometo saludarle. Dile que le he puesto las maletas en la puerta a la angustia, que la agonía no va a regresar. Pero que yo tampoco. Cuéntale que me mata no escribirle como antes pero que no hay vuelta atrás. Y pídele que me perdone por esto, pero es lo mínimo que podría haber hecho. El 2014 le trajo a mí y yo me fui. Eso sí que es una paradoja.

Mis niñas, mis 9, mi mafia. No olvidéis este año porque hemos sufrido y hemos superado dificultades. Estoy muy orgullosa de vosotras: todas habéis llegado a donde os propusisteis en segundo. Sois muy grandes. Enormes. Porque una vez de resaca nos despertó la policía secreta buscando a Sabrina y seguimos sin saber quién es. Y sí, la gelatina de tequila puedo asegurar que existe, pero que mejor que comérsela es la terapia de estrellarla contra el suelo.
Sois mi segunda familia, la parte de mi vida que he escogido que este ahí y que ha sido capaz de subirme a lo más alto. Gracias. Por todo.
Sé que tenemos nuestros más y nuestros menos pero sabéis seguir hasta cuando parece que es mejor dejarlo estar.

Durante este año también ha habido una persona que ha luchado por mí en los momentos que me parecía mejor tirar la toalla. La persona que me sacó a la calle dos días antes de selectividad, la que me cogía el teléfono en momentos de ansiedad. Una persona a la que veo poco, pero cuando le veo… Mi futuro ahijado. El que me saca las sonrisas más sinceras, el que pertenece también a esa segunda familia que he ido formando. Gracias, corazón, me has hecho feliz.

Mis dos niñas de Fuengirola me han demostrado que da igual que quedemos una vez al mes, e incluso una cada dos meses porque los de siempre son los van a estar ahí. Y vosotras, también.

A la que me aguantó todo segundo: te quiero. Esta amistad va a seguir. Te prometo que va a seguir. Creo que somos como dos gotas de agua. Eres de las pocas personas con las que puedo hablar de todo y sentirme bien. Gracias por seguir a mi lado.

A todos los que creéis que la amistad entre hombres y mujeres es ficticia: os equivocáis. He tenido la suerte de conocer a la otra mitad de radio patio. Que si las amistades de la universidad son para toda la vida, nos quedan muchas fiestas que pegarnos, como muy bien has dicho tú esta tarde. A ti también te doy las gracias por motivarme, por hacerme las tardes de estudio más mejores, por hacerme reír en los momentos de estrés y por aconsejarme y escucharme tan bien como lo haces. Eres enooooooormemente grande, apañao. Y sí, tienes toda la razón del mundo porque todos los años que quedan van a ser pocos.

He dejado para el final lo que va a marcar el principio  de.
Idiota. Me has demostrado en muy poco tiempo que a veces no hace falta huir, que las cosas pueden ir bien, que dos desconocidos pueden tener en común cosas del pasado, que las mariconadas a ratos son bonitas  y que las casualidades, existen. Joder que si existen… La verdad es que no tengo ni puta idea de qué decirte hoy pero te aseguro que tengo intención de seguir aquí.  Me quedo con diciembre. Estás haciéndome feliz.

2014 fue un 21 y un 13 de ciertos meses.

2014 fue entrar en lo que llevo soñando desde que tengo uso de razón, conocer a personas maravillosas, consultar mis problemas con el agua y dejar que sea ella la que cicatrice lo que el tiempo no.


2014 han sido menos noches que días y más pesadillas que sueños hasta que. 

sábado, 27 de diciembre de 2014

Los capullos también florecen.

Hemos escrito mucho al olvido y no hemos tenido los cojones de reunirnos con él. Esto va por esa vez que quisimos ser la calma que azota a la tormenta hasta fundirse en ella y hacerla desaparecer.


Hemos jugado con fuego y salimos ardiendo. Nunca fuimos capaces de apagar la llama antes de que nos alcanzara. Las cenizas de lo que fuimos, de lo que éramos, de lo que nunca llegamos a, del verbo "ser" conjugado en todos los tiempos verbales de todos los idiomas del mundo. 
Pasado. Presente. Futuro. Pasado. 

Hemos bebido para olvidar hasta casi acabar en etílico y no han existido fármacos posibles para curarle la resaca al corazón. 

Hemos intentado intentar ser (no aparentar, sino ser), hasta consumirnos, hasta destruirnos, hasta ahogarnos en un mar de ansiedad y agonía y lágrimas. Lágrimas de cocodrilo con motivos, sin razones, pero con motivos. Hasta que ya no, hasta desear no querer, hasta desangrarnos por dentro, hasta gritar el silencio a voces suplicando volver. Hasta morir. Hasta matar. Hasta aquí. Y ya no más.

"Todo es psicológico", decían. Todo. Hasta su ausencia.
Todo es relativo, menos su despedida.
Todo es nada, menos lo que queda de mí, que ya no es ni eso. 

"LO QUE NO TE MATA TE HACE MÁS FUERTE"- Y aquí debo añadir que escribo esto desde mi tumba. 
Deja de traerme ramos y empieza a florecer. 

miércoles, 24 de diciembre de 2014

Quítame la pena.

¿Cómo llamar "vida" a lo mismo que planeó una estrategia para quitártela?
¿Cómo continuar con? Si ya no eres, si resulta que no. Si desde que, ya.  

Te juro que voy a desatar todos aquellos lazos que no acabamos de hacer. Te prometo que voy a cambiarle el nombre a donde antes. Donde. Antes. Antes de. 

El que juega con fuego... El que juega con fuego no tiene por qué dejar de ser hielo. Y aquí me tienes para comprobarlo. 

Estoy sentimentalmente muerta, no tengo nada bajo el pecho que distribuya sangre: la perdí toda intentando ser cristal.

Perdóname, siempre pensé que volvería. Tranquilo, has ganado, el último portazo ha sido tuyo. 
En el fondo hasta tienes razón: las cartas llevaban puestas sobre la mesa desde el primer momento. Esa culpa sí que fue mía. No me atreví a mirarlas. No podía enfrentarme a la realidad de la que ahora soy consciente.
Debo confesarte que se me cayó el alma al suelo la última vez que me vi contigo por la calle. Olvido, no puedo prometerte que te echaré de menos ni que nos volveremos a encontrar. Nunca fuiste un antes y un después. Siempre durante. 
Hasta. Desde. Por. Para. Punto. Y final. Y esta vez de verdad. No, no te molestes en volver, yo ya me he ido. 

Ni el tendón de Aquiles, ni el agua del mar, ni un huracán puede arrasar con lo que queda de esto: la nada.

Hasta siempre, memoria.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

-

Nunca me fui porque quisiera irme. Me fui porque no había más remedio. Ahora sí que puedo asegurarte que es verdad eso que dicen de que, a veces, es peor el remedio que la enfermedad. 

De-bí-a    hacerlo. 

Tenía que dejar atrás tus manos para encontrar las mías de nuevo. Tenía que dejar tus ojos para ver con los míos. Tenía que olvidar tu risa para acabar riendo sin dolor. Tenía que dejar de sentir, convertir los sentimientos en vacío -existencial-. Tenía que tener una piedra bombeando bajo el pecho. Y justo es eso lo que he acabado consiguiendo.

Volver. Abandonándome mí a mitad de camino. Concluir en ti. De nuevo.  Por, desde y para. Ojalá pudiera prometerte eso. 

lunes, 17 de noviembre de 2014

Mi más sentido pésame.

La única pregunta que se repite en mi cabeza estos últimos días es "¿cómo estás?" Y no soy capaz de responderla. Estoy que no estoy. No estoy. Ni si quiera por ti.

Déjalo estar. Para. Un poco. No mucho, pero sí un poco.

Permítele al agua cicatrizar todo aquello que no estoy segura de que el tiempo vaya a conseguir. Obliga a mi ausencia a que te salve por todas esas veces que me aferré (y me aferraré) a tu recuerdo. Autoriza  que mis lágrimas fluyan al pensar en tu nombre y  déjame sangrar cada vez que caiga en la cuenta de lo que significa mi huida. Yo seré la que detenga la hemorragia, que para algo no tengo corazón. O no te sirve. Tú déjame a mí, que después me daré el pésame.

Que no estás bien. Lo sé. Tranquilo, yo tampoco.  Por favor, haz como si no te importase todo esto. Finge. Como si te diese igual. Como si no doliese. Como si nada. Hazlo. Por mí. Así va a ser más fácil y te aseguro que acabará por pasarse antes.
No te preocupes. Ya me lo agradecerás cuando decidas que es demasiado tarde para que vuelva. No tengo prisa. Yo me encargo del mal rato por los dos.

Pero, vamos a ver, cómo cojones no me va a tentar la idea de hacer infinito algo tan mortal... Si hasta he decidido ahogarme cuando no había nadie para sacarme a flote. Y todo por volver a respirar de nuevo.
Créeme, hay una gran diferencia entre morirte y escoger hacerlo. Y haber querido morir por ti. Cómo negarse al suicidio de tu vida. 

Mereció la vida y la pena  Cariño, te juro que valió la pena. Al menos para mí. Fíjate que ahora, para pena, la mía.

Sonríe. Vuelve a ti. 
Hay decisiones que matan por dentro.

domingo, 9 de noviembre de 2014

incógnitas

Alargar la agonía hasta el extremo de querer morir en cada punto y final, en cada intersección, cada día, en cada respiración asistida por tu voz.
Los tiempos cambian, las cosas se supone que terminan. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuándo esta desesperación que no hace más que prolongar lo indefinido, lo indeciso, lo que ya está más que acabado pero queremos seguir manteniendo vivo? ¿Por qué? ¿Para qué?

La finalidad de hacer inmortal algo que proviene de dos mortales que fallecieron hace más de un año, y más de dos. La incertidumbre de ahogarse en un vaso vacío. Estas ganas de vivir resultan incompatibles con la decisión de haber muerto. -Estoy vacía y ya no me llena ni tu risa.-

Dime para qué, dime qué cojones piensas sacar de cada párrafo. Dime  tú, que yo ya no sé. O prefiero no saber. A día de hoy, de ayer, y de mañana, tan sólo busco huir de aquí, de ti. De atar. Los lazos se rompieron, ¿qué motivo te hace seguir sujetándolos? ¿Por qué sigues a mi lado si escapé de aquel abrazo en dirección contraria a mis sentimientos? ¿Por qué no vuelves a ser tú y coges puerta? Está abierta. Hazme un favor y lo que mejor se te da: escapa. Escapa tú porque yo ya no sé en qué dirección correr para no acabar en ti: todos los caminos llevan a Roma, recuerda. Pues algo así.


 Termina con esto. Y no olvides volver

jueves, 6 de noviembre de 2014

mariposas, matamoscas

Pensaría en volver si realmente nunca te hubieses ido pero, quién dijo que las personas no podrían convertirse en lugares. (Y quién decidió pensar en ciudades y no subconscientes)

Dile a noviembre que te lleve con él, que los tres últimos diciembres han sido tan malos como los principios de enero, que mayo ya no, pero marzo seguirá estando ahí, que julio y septiembre fueron casi olvido, y eso que son las primeras líneas que les escribo a pesar de que me hicieron volar casi tan alto como lo hice contigo. - pobre del que tenga vértigo y se enamore de tu cuello - 

Puede que sí, puede que el mar pueda recogerse en unos ojos que no han derramado una sola lágrima, pero también de arena se hacen las playas.

Pobre ilusa de mí, que juré y me perjuré que el primero acabaría siendo el último. Sin embargo, ya van más de uno y siento que traiciono a ese pulgar por el que daría lo que no tengo ni jamás tendré para, en fin, nos entendemos. 

Quinientas noches, decían. A nosotros no nos hizo falta ni medio día para caer en la cuenta de lo jodidamente precioso que puede resultar alargar la agonía de morir. En ti. En cada ti que reconozca más allá de las tres. O de las cuatro. Siempre antes de las seis. 

"Los corazones protegidos acaban convirtiéndose en piedra."
Mariposas, matamoscas y un insecticida.
El triángulo de las bermudas de los sentimientos.
Y aún así, tú, y por eso tú y todavía sigo temblando. Desde ti, por ti, para ti. 

viernes, 10 de octubre de 2014

Primavera, cerezos. Nos aproximamos al invierno.

Un arco iris sin lluvia, la tormenta sin calma, las madrugadas sin insomnios, la gloria sin sufrimiento, el dolor sin causa, la recompensa sin trabajo, las ojeras después de dormir más de doce horas, el llanto sin motivo, la alegría de la tristeza, el calendario sin fechas, el corazón sin alma, el perro sin dueño, el gato sin siete vidas, el trébol sin hojas, el árbol sin ramas, el mar sin agua, la arena sin conchas, los peces sin branquias, tú sin tu tú, mi vida sin ti, los días sin noches, las horas sin prisas, las semanas sin finales, los cuentos sin historias, los príncipes sin caballos, las metáforas sin segundas, el hecho de hablar sin tener nada que decir, las palabras sin letras. 
El poema XX de Neruda sin la canción desesperada después. 


Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 


Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, 
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» 



El viento de la noche gira en el cielo y canta. 



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Yo la quise, y a veces ella también me quiso. 



En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. 
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. 



Ella me quiso, a veces yo también la quería. 
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. 



Puedo escribir los versos más tristes esta noche. 
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. 



Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. 
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. 



Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. 
La noche está estrellada y ella no está conmigo. 



Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 



Como para acercarla mi mirada la busca. 
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. 



La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. 
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. 



Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. 
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. 



De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. 
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. 



Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. 
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. 



Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, 
Mi alma no se contenta con haberla perdido. 



Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, 
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


Pero la realidad es otra: el arco iris sale cuando se juntan la lluvia y el sol, después de la tormenta siempre llega la calma, toda madrugada que se precie debe de ser vista bajo insomnios, el sufrimiento de la gloria, la causa del dolor, el trabajo para las recompensas, dormir más para menos ojeras, llorar con motivo, tristeza alegre, las fechas de este calendario que reposa sobre la mesa, alma: corazón, ser dueño de un perro y salvar todas y cada una de las sietes vidas del gato del vecino, un trébol con cuatro hojas, subir a las ramas de un árbol, perderse en el mar, buscar conchas en la arena, pensar en ser un pez cada vez que te sumerges, tú siendo tan tú y yo siendo tan poco yo desde que tú, las noches sin contar los días, las prisas a las que van asociadas cada hora, los fines de semana, las historias que llevaron a escribir cuentos, los caballos para escapar con quien sea más imaginario que real, las segundas que esconden las metáforas en cuestiones de.. bueno, de eso que guarda el pecho, hablar sin decir nada siendo conscientes de que son más importantes los hechos que las palabras. 
El poema XX, el XV, el que habla sobre lo que le hace la primavera a los cerezos  y el que todavía no ha sido presentado sobre papel.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Cincuenta sombras eran pocas.

Esta noche  mi subconsciente ha llevado a cabo un asesinato con mis propias manos hasta construir la sublimación de mi ser. He soñado que me tiraba desde la barandilla de un undécimo piso y tenía como destino una piscina, vacía, sin agua y carente de sentido, como mi vida en tantas y tantas ocasiones. Después el escenario se transformaba y saltaba desde un acantilado hacia el mar, el lugar donde quiero que acaben mis cenizas cuando perezca. Ya lo dejó por escrito Jorge Manrique: "Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir." Yo, en mi sueño, tan sólo he hecho mía tal afirmación hasta el punto de querer terminar mis días en él. En el fondo es posible que la vida, la virtud de vivir el día a día, se intente llegar a resumir en un suicidio inminente y sin premeditar desde el día de nuestro propio nacimiento. Y así estamos, y así nos va.

Porque sí, porque puede que existan personas con cincuenta, ochenta, hasta cien sombras distintas, pero nadie es capaz de contar las cicatrices del otro; e incluso muchas veces ellos mismo pierden la cuenta. Y es que conozco personas que se saben de memoria las mil y una noches por haberlas vivido a flor de piel, y no hablo de cuentos sino de insomnios. Porque esto va sobre la primera y tercera persona del singular y creo que se podría meter a esta ultima en plural para nombrar así a ellos, a ellas, a ti y a mí, y finalmente acabar hablando de nosotros pero no en el conjunto de los dos, sino de toda la humanidad.


Nos advirtieron desde muy pequeñitos que la vida son dos días. Ésto no dice nada de las noches y así, sin prisa, sin pausa, sin correr y distanciándonos, podremos llegar a comprender que las horas que abarcan todas y cada una de las noches no son más que espejismos de lo que soñamos por el día.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

x,y,z

Ochenta y dos días de aquel invierno en pleno verano. No sé si me explico pero decirlo es suficiente.

Equilibrios. Eso era lo que necesitaba cada vez que te tenían cerca. Sin embargo, debe de ser verdad todo eso de que la realidad supera con creces a la ficción. Y así me fue (por decirlo de alguna manera) contigo (por reiterar esta afirmación). 


Ni Venecia, ni París, ni la playa, ni la montaña: un banco. Robar un banco teniendo como rehén a mi propio subconsciente y muy a pesar de ser yo la que tuvo la iniciativa de ti.


Pero cómo seguir con ello si me falló el plan A, el B y así hasta el Z, si deje atrás X, Y, W, si las décimas oportunidades no sirven de nada porque se acaban dando por rutina. Porque, a ver, tú no eres mayo, ni abril, ni marzo, ni diciembre: eres septiembre, eres rutina, eres tú como lo eras antes  pero te siento de una manera tan diferente que dudo que algún día puedas entenderme. 


Eres madrugada: café e insomnio.


El primer llanto de un bebé al nacer lleva tu nombre.


Eres la definición de dolor que nunca llegó a aprobar la RAE, la milésima que separa al que llega en segundo puesto de ser el campeón.


Eres el peor golpe de azar, un trébol sin hojas, una margarita marchita, el gato negro debajo de la escalera, sal derramada sobre la mesa.

El holocausto nuclear: tu risa.

Eres tú y por eso y porque tú y porque yo y por lo que únicamente sabe quién entiende eso de "siempre nos quedará una luna muda y el tibio escalofrío de los versos de Neruda". 

Ese sentimiento del poema XX, ese tú.
Y por eso te quise, y por eso tu ausencia se definió como la presencia entre comillas de quien decide no quedarse, del que piensa que permanecer no tiene escapatoria en los puntos finales que, por otra parte, jamás llegarán a ser suspensivos.
Eres el suicidio de mis sentimientos.

(y por eso te quiero, y por eso te quise, y por eso W,X,Y me los guardé para mí. y por eso la nada se asemeja con esto. y es que ahora no quedo aquí ni yo.)

lunes, 30 de junio de 2014

Ausencia. Definiciones

La RAE define ausencia como el tiempo en que alguien está ausente. Sin embargo, atrevámonos a debatir esta determinación y permitid que afirme que la ausencia es de todo menos tiempo. El tiempo que se pierde recomponiendo cada uno de los fragmentos que se van cuando ésta aparece es irrevocable.
Por tanto, la ausencia no debería ser definida como tiempo si no hablamos del espacio que trae la misma.
(…)

La ausencia es la presencia entre comillas de quien decide no quedarse, del que piensa que permanecer no tiene escapatoria en los puntos finales que, por otra parte, jamás llegarán a ser suspensivos.

La ausencia es la clave del genio de la lámpara de los sentimientos que escondías debajo de la cama, y digo cama por no decir corazón, porque ese sitio en el que decidimos vivir se ha fragmentado en no sé cuantos pedazos y así seguimos, en plena reconstrucción y no de los hechos, sino de lo que nos hicieron sentir.

La ausencia es el resguardo de tu nombre, de las vocales y consonantes que lo componen. La ausencia es lo que se siente cuando el portazo es mudo, inconsciente y cruel. Y sólo entonces sabe a ti.

Ausencia es pensar en volver cuando olvidas el camino de vuelta.


Ausencia no eres tú porque ya no existes por mucho que te hayas ido.

domingo, 1 de junio de 2014

testimonio de huida

No te vayas, esta vez no. Deja que lo haga yo. Me provocaste una inmunodeficiencia en el corazón que no tiene remedio y, además, convertiste mi vida en un mar que únicamente toca tierra por medio de entrantes y salientes.
(sabes de sobra que yo no salgo del agua a la superficie a coger aire ni para respirar)

Permíteme afirmar que si “Venecia sin ti” tampoco “Córdoba contigo”, la ciudad sigue tan vacía como hace dieciocho años.

No sabes, no sabes porque no me has visto, que si bebo me pongo violenta, que por llorar, lloro hasta por los codos, que por echar, echo de menos hasta ese primeros de mayo que dibujaste tu primer adiós, que tengo un nudillo en la mano izquierda hundido y no me acuerdo de quién fue la culpa pero me sé de memoria los nombres y apellidos por los que me escayolé la mano derecha, y adoro la poesía porque no eres tú: me recuerda a ti. Tampoco sabes que no soy persona hasta que no me tomo un café y que odio el té y las infusiones. Que tengo la manía de empezar el curso con el mismo bolígrafo con el que lo acabo, que dejé de meterle a la pared cuando lo de la mano se empezó a poner serio y por eso ahora nado, pero llevo cerca de un mes sin hacerlo porque me jodí el hombro la última vez. Que adoro bailar como las locas y me duelen los pies de los últimos tres días. Que para patinar me tengo que vendar hasta los tobillos porque sino, paso más tiempo en el suelo que sobre él. Que soy muy seria para unas cosas y un completo desastre para otras, y tiemblo cuando estoy nerviosa y escribo cuando mi vida comienza a ponerse patas arriba y no tengo otra solución a mis problemas. Plasmar en papel me tambalea el continuo miedo de perderte. (como si te tuviese)
Hay gente que me conoce mejor que tú y que ni siquiera he querido. Y eso me mata.

Porque estuve bien hasta que volviste, que empecé a estar mejor hasta que hizo mella eso que algunos llaman… espacio, y tiempo, y otras personas. El triángulo de las bermudas cuando se trata de sentimientos.

No sé. No creo que fuese coincidencia que el huracán Sandy tuviese lugar en el 2012.  Con mi corazón también arrasó, pero bajo otras letras que escondían otro nombre: el tuyo.

Necesitaba pedirte el favor de mi vida: que te vayas por donde viniste sin temor de equivocarte. El error fue volver a ser inicio cuando las páginas del libro se quemaban en la chimenea. Por eso necesito irme, aunque si te soy sincera, me encantaría que me cogieses y me obligases a quedarme. Dos días más. Y ver qué cojones está pasando últimamente.

                                Yo ya me he rendido, y no a tus pies precisamente.


Y  es que este masoquismo contigo me gusta, pero sólo hasta cierto punto que nunca quiere ser final.

sábado, 19 de abril de 2014

"Pensé en francotiradores serbios disparándote, mi amor."

Estoy escribiendo esto con la misma música con la que comencé a llorarte y pensando en lo mucho que gusta meter el dedo en la llaga y arrancar las costras de las heridas para ver que, evidentemente, físicamente también se puede sangrar por dentro. (Y quién dice sangre, y no recuerdos...) 

Puede que sí, puede que tengan razón todos aquellos que duermen por las noches sin la intención de hacerlo para encontrarse contigo. Puede que ellos sean los que saben y yo finja saber. O quiera no saber.

Lleguemos al fondo de todo esto. O toquemos fondo. O rescátame de allí que llevó en él desde que te fuiste. 
Mi amor, ¿no entiendes que lo bonito es que la vida son dos días y me muero, literalmente, me muero, por desperdiciarlos contigo? 
Aunque te doy una noche, que de tardes hablan todos esos que se acuestan a las diez. Te doy una noche para que me convenzas de que estaba mejor sin ti, de que los portazos que más suenan son los que más te enseñan y de que la felicidad no va de la mano contigo; porque de tu mano sólo puedo ir yo, y a rastras, y a contracorriente de lo que llamamos mundo. Convénceme de que no me quieres, de que no te quiero, de que nunca te he sabido querer. Tal como eras. Eras. Ya no es.
Y ya no soy.
Dejé de ser.
Ahora las noches son días sin sol pero con luna. Por eso te las ofrezco, porque no las tengo y nunca serán mías. Así como nunca lo fuiste tú.
  


Lo de que la vida son dos días no dice nada de las noches. Yo ya no puedo decir más de ti.

martes, 25 de marzo de 2014

temblar

Que contigo conjugaría el verbo temblar en todos los idiomas del mundo, pero quedándome en la primera persona del singular, que es lo que viene a ser cuando tú.
Porque me tuviste temblando y lo sabías, y aquí sigo y tú ya quieres creer no saber. 
Pues bien: Esto es lo que pasa.
Que hasta el mar te echa de menos cuando te vas y contra eso... Contra eso yo no puedo competir. Tan sólo me queda seguir escribiéndote y formar mi propio mar lejos de tu espalda. Eso y echarte de menos y, quién sabe si de más, madrugada tras madrugada. 

Insomnio tras insomnio. Eres.

Y yo no sé si me explico pero me bastó aquella vez para elegir suicidarme contigo.

Los demás son todos secundarios.

domingo, 9 de marzo de 2014

sólo vivimos en conciencias.


Mi amor, déjalo correr y deja que se vaya de una vez por todas. Esta incertidumbre ha acabado con los dos, por los dos.

Permíteme admitirte que ha(s) estado bien durante este tiempo pero ya es hora de abrir el grifo y dejar que fluyan las gotas que llevan escondidas las ganas.- nuestras ganas o las que quedan de ellas-. Las mimas gotas de la misma agua que han estado secando mi cabeza durante… qué sé yo. Sabes que perdí la noción de los días en el último portazo.
Pero el caso es que volvías. Siempre volvías. Efecto boomerang, podríamos llamarlo. Y acababas de partirme como si fueras un rayo de sol que aparece por primera vez en Primavera derritiendo todo el hielo que encuentra a su paso.

Yo, que sé que la decisión de alejarme de tu vida es la parte más complicada de la mía, he aceptado las consecuencias de haberlo estado pensando. Y qué le vamos a hacer si hasta los sentimientos están por la labor de llevarnos la contraria.

Vamos a ver, no es que estemos muertos pero debemos ser conscientes de que en la primera mirada tras la huida decidimos dejar atrás eso que dicen que es la vida para destruirnos hasta el último milímetro de eso otro que muchos llaman corazón.
Y sí, a partir de entonces acabaste conmigo, con mi vida y con mi sonrisa. Y abarcaste toda mi mente para terminar colándote en mi subconsciente justo después de calarte hasta más allá de mis huesos.
Bendita destrucción que me proporcionaste un día cualquiera de abril, o a principios de mayo.

Dejaste mi cuerpo inerte y te diste a la fuga sosteniendo en una mano un arma y en la otra, mi corazón. Desde entonces es tuyo. No te voy a pedir que lo cuides porque sé que lo troceaste al llegar a tu casa y lo tiraste por ahí. Y por ahí cerca debe seguir, yo ya no lo tengo; ni si quiera poseo intención de recuperarlo, total.. lleva tu nombre, no el mío. 

domingo, 2 de marzo de 2014

Buenas noches, corazón.

A estas alturas estábamos ya demasiado lejos como para echarnos de menos aunque muy cerca para vernos temblar, derretirnos en otros brazos y trasnochar en cualquier boca con un solo objetivo: perdernos de vista y olvidarnos del todo.
                                                 Para nunca conseguirlo
                                          Para seguir escribiendo-[(te)]
   Y aún así continuar con tu nombre grabado en mi piel, como con permanente, como por ti, como por y sin nadie más que ese que dejaste de ser.


Tu sombra en mi retina. Aquel junio, aquella pista, aquellas vistas (¡y qué vistas!), aquel encuentro que dejó de producirse, que acabó con nosotros.


Motivo de destrucción: tu risa. Ese sonido con el que soñé tantas veces, la comisura que llegó a quitarme el sueño. Folios y folios en blanco que pasaron a llevar tu nombre escondido en todos y cada uno de ellos.


Tu nombre. Eso que nunca me atrevo, ni me atreveré, ni tan siquiera me he atrevido a escribir. Ese sustantivo que me desgarra por dentro y me rompe en mil y un pedazos cada vez que, por algún motivo, decide rozar mis tímpanos.


Hace tiempo que me río cuando me hablan de tirarse desde precipicios, de las subidas de adrenalina que se producen al caer en paracaídas. Y me da la risa porque para precipicios desconocidos sé que existe tu cuello; y para subidones de adrenalina he tenido más que de sobra con tus idas y venidas, portazos y cambios de cerradura y las ganas de tenerte cuando te había perdido de vista, así por decir algo.
Tiirarse hacia tus clavículas es lo más parecido a una piscina sin agua. Aún sabiendo que podía morir en el intento, lo realicé a conciencia.


Y sí, soy consciente de que nunca volveré a encontrarme con tus manos, a enredarme en tu pelo y perderme en tus labios. Más que nada porque ni siquiera he tenido el placer de conocerte. – TE DESCONOZCO Y AÚN ASÍ, TE ESCRIBO –
Tal como eras.
Y también sé que no hay más vuelta de hoja, ni folios, ni teclas, ni espacios en blanco, ni tinta, ni motivos para perderte que vuelvas. Quizás porque nunca te has ido: habitas en mi conciencia.


Y así. Sucesivamente. Supongo que ya sólo me queda decirte: “Buenas noches de nuevo, corazón, nos vemos cuando se me cierren los ojos. Hasta entonces, echémonos de menos.”

martes, 18 de febrero de 2014

Como si un café ahogase tus recuerdos.

No sería justo hablar de volver como si no me hubiera ido nunca, como si continuases esperando en aquel parque, o en ese andén, o, qué sé yo, como si estuviese dispuesta a coger el tren, como si de nuevo en el portal a las tantas de la madrugada.

Como si estuviésemos de acuerdo otra vez en compartir insomnios para estar de nuevo solos y destrozados en las madrugadas. En tus madrugadas. (las mías continúan sin distinguirse de las noches.

Como si volviésemos a ser, aunque fuese por un único e inextenso instante, como si tuviésemos la ocasión de colarnos por las heridas que un día nos produjimos a mano armada; repintar las cicatrices en tu espalda y quedarme a vivir en la única boca que pudo hacerme olvidar a la tuya; pero ése es otro tema y tú siempre has estado a otro nivel. (Y supongo que continuas estándolo, pero no lo sé, llevo demasiado tiempo sin ese tipo de noticias tuyas.)

Y sí, creo que a estas alturas ni si quiera existe la posibilidad puesto que nunca se va a dar la ocasión de probabilidad de poder tenerte frente a mí.

Como si mi subconsciente no provocase arcadas cada vez que tu nombre perfora mis oídos, ni tus ojos mirasen con indiferencia cuando, en alguna ocasión, has recibido algún vano recuerdo de mi persona. Como si por casualidad, como por ti, como sin ti.

Como tras tu huida silenciosa sin portazo, como el mar que formé en mi habitación, como la tinta que derramé en lugar de sangre, como esa pared tan destrozada como yo. 

Como cuando fuimos sin ser, como si algún día hubiésemos dejado de serlo, como si alguna vez hubiese tenido yo el poder que te di a ti de destruirme y reducirme a cenizas. Como si hubiésemos salido ilesos de todo aquello. 

Como si continuase teniendo los cojones suficientes de nombrarte entre líneas, de recordarte en anocheceres y desvelarme en madrugadas, allá por donde dejé la cuenta de días perdidos en tu ausencia.
Como si pudiese seguir escribiendo-te.

Como si tú y yo hubiésemos sido algo más que un espejismo ahogado en café

sábado, 25 de enero de 2014

Precipicios.

Al fin y al cabo suicidarnos en unos ojos siempre nos parecerá mucho más ético y menos doloroso que tirarnos desde un ático o saltar a las vías del tren.

Y qué equivocados estamos cuando pensamos que así nos ahorramos sufrimiento. Porque esta es la manera de morir más dulce y amarga que podemos experimentar durante nuestra corta (pero intensa) existencia. De este modo, siempre nos quedará encontrarnos entere las miradas de la gente y decirnos a nosotros mismos:
 "Eh, que en esos ojos escogí matarme yo", o lo que es lo mismo, aterrizaje forzado tras la primera toma de contacto con su boca; perder el culo por su voz y el aliento por sus manos.
   Cambiar insomnios por son-risas de madrugada.
Testificar acta de defunción tras el último portazo y paro cardíaco inminente después de la primera huida.
El deseo de echar a correr hacia ningún lugar y querer con todas tus ganas perderte en un mar metafísico que se ha ido construyendo a base de lágrimas. Tus lágrimas. Porque en aguas metafísicas también podemos ahogarnos, ya lo dijo Cortázar.
Y después, creer resucitar en los (re)encuentros y vivir un poquito menos felices atados a un pasado en el que nosotros mismos decidimos probar suerte, muy a pesar de las consecuencias pues no caímos en la cuenta de ellas.

El problema es que nunca volveremos a ser los de antes y eso no hay mucha gente que lo entienda.

lunes, 13 de enero de 2014

Título de la entrada.

Llevas el peso de lo que escribo hasta tal punto que ya no sé si es mano o si es la tuya la que trata de escribir estas líneas, cómo si intentaras decirme algo, cómo si te importara una mínima parte de mí, una escasa proporción de lo que un día fuiste y no volverás a ser.

Hasta ahora, pensar siempre ha sido saltar al vacío de la mano, aunque contigo. Y ya no sé pensar si no es por ti, ni escribir si no es tu nombre aunque sea entre líneas, aunque me llame loca y ni yo misma quiera leerlo, leerte, escribir-te. (Y eso que ya hace meses que te saqué de mi subconsciente).
Tampoco sé hablarte si no es a base de despedidas pero poco importa eso ahora, ni besarte si no es en las heridas que nunca intenté causarte, ni odiarte si no eres tú.

Que no conozco precipicio más allá de tu recuerdo y créeme que lo hice arder mil veces como mínimo pero, ya sabes, quien juega con fuego se acaba quemando. Y me quemé y me calé hasta 
nadie sabe dónde, ni cuándo, ni cómo, ni por qué.  
Pero fuiste tú y no otro, fue a ti a quién le di el poder de destrozarme, de ver la manera en la que se producía la sublimación de mi propio ser, el cambio de estado de mi alma hasta convertirme a mí misma en agua de mar y desvanecer en él. Y encontrarte a ti lo suficientemente lejos de allí como para poder comenzar la huida de todo aquello que quedó en intento.
                             
            Nos faltaron cojones y no llegaron a sobrar motivos, más bien todo lo contrario.









PD: ahora escribo sin sentido, sin sentir. Espero que entiendas que no es por ti, que esto lo hago por mí, por acabar de recoger y tirar al mar las cenizas de aquello. Tu nombre ya no cierra más títulos, al menos no los míos. 
Por cierto  mi número sigue siendo el π.   

viernes, 10 de enero de 2014

Volvemos porque no sabemos irnos.

Mi amor, no dejes de abrirme en canal todo este tiempo que no vas a estar, que no vamos (ni queremos) volver a ser. Mátame. Y no te preocupes por mí porque ya vendrá alguien que quiera cerrarme y besarme todas las heridas, las cicatrices de todos aquellos lunares que me arrancaste de cuajo para llevar a otras "señoritas" a la luna. Y sé que llegará y pondrá mi mundo patas abajo tan sólo para llevarte la contraria o tal vez porque lleva demasiado tiempo patas arriba y por tu culpa. 

                     Y también sé que odiará todo lo que  yo no supe quererte. 

Y maldecirá cada uno de tus ataques, tus regresos y mis estúpidas recaídas. Suicidas y hermosas recaídas. Y sabrá que lloré tu primera despedida como lo hice sin cojones en la última  y que no era capaz de pronunciar tu nombre por miedo a que alguien te hiciese suyo aún sin conocerte y que las sonrisas más sinceras las he tenido al escuchar tu voz, o al soñar-te.
Y me ayudará a deshacerme de la parte de mi débil subconsciente que no deja de hablar de ti y que cada vez escucho menos a pesar de saber que siempre ha estado vigilada por tus pupilas. 
Y pulirá los huesos en los que un día te calaste tan dentro y de una manera tan indescriptible que nunca terminará de borrarte del todo.

                             Y entonces te odiará con más fuerza y me querrá un poquito menos. 
                                                                                                      Muy a mi pesar.

Y todo finalizará cuando acepte que vivir acompasado a tu recuerdo es lo más cuerdo que puede hacer si no quiere enfrentarse a mi memoria, más que nada porque no creo que tenga la suerte de que sea un psicólogo y pueda comprender que yo una vez fui hasta que te fuiste y dejé de ser. 
Hasta que apareció y decidió cambiarme los insomnios por contemplar madrugadas.