Mi
amor, déjalo correr y deja que se vaya de una vez por todas. Esta incertidumbre
ha acabado con los dos, por los dos.
Permíteme
admitirte que ha(s) estado bien durante este tiempo pero ya es hora de abrir el
grifo y dejar que fluyan las gotas que llevan escondidas las ganas.- nuestras
ganas o las que quedan de ellas-. Las mimas gotas de la misma agua que han
estado secando mi cabeza durante… qué sé yo. Sabes que perdí la noción de los
días en el último portazo.
Pero
el caso es que volvías. Siempre volvías.
Efecto boomerang, podríamos llamarlo. Y acababas de partirme como si fueras
un rayo de sol que aparece por primera vez en Primavera derritiendo todo el
hielo que encuentra a su paso.
Yo,
que sé que la decisión de alejarme de tu vida es la parte más complicada de la
mía, he aceptado las consecuencias de haberlo estado pensando. Y qué le vamos a
hacer si hasta los sentimientos están por la labor de llevarnos la contraria.
Vamos
a ver, no es que estemos muertos pero debemos ser conscientes de que en la
primera mirada tras la huida decidimos dejar atrás eso que dicen que es la vida
para destruirnos hasta el último milímetro de eso otro que muchos llaman
corazón.
Y
sí, a partir de entonces acabaste conmigo, con mi vida y con mi sonrisa. Y
abarcaste toda mi mente para terminar colándote en mi subconsciente justo
después de calarte hasta más allá de mis huesos.
Bendita
destrucción que me proporcionaste un día cualquiera de abril, o a principios de
mayo.
Dejaste
mi cuerpo inerte y te diste a la fuga sosteniendo en una mano un arma y en la
otra, mi corazón. Desde entonces es tuyo. No te voy a pedir que lo cuides
porque sé que lo troceaste al llegar a tu casa y lo tiraste por ahí. Y por ahí cerca debe seguir, yo ya no lo tengo; ni si quiera poseo intención de recuperarlo,
total.. lleva tu nombre, no el mío.
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