la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

martes, 1 de septiembre de 2015

El dolor del codo.

El tópico del dolor de la viuda que sentimos en el codo no tiene nada que envidiarle a la gran afinidad de nuestro dedo pequeño del pie para darse con todo mueble que se le interponga en el camino. Y si eso es dolor, tú no has llegado a ser ni la peor migraña del mundo. 

Que sí, que sí, que vale. Que te calles ya. Que me calles ya. Que estas ansias de escribir solo vuelan bajo tus alas y estas letras no gritan tu ausencia pero apelan tu nombre así como yo pertenecí un día a ti.
Vaya invierno el de aquel verano.
Maldita adicción la que me causaste cualquier día del peor año de mi vida y digo peor porque lo realmente catastrófico está por venir: te recuerdo que sigo viva, te demuestro que aún no he muerto. Aún. 
Me siento. Debería decir "lo siento" pero no pienso rectificar porque ahora soy yo la que se siente latir. Me siento. Me siento y me doy el pésame por mi resurrección y te juro que no volveré a soltar flores con la mirada en todos los rincones donde fuimos felices. (En el hipotético caso de que se alineen los planetas y me de cuenta de que sí, alguna vez lo fuimos.) Nunca tienes que regresar a donde has sido feliz. Y sino, que se lo digan a los días que perdí buscando tus ojos en un lugar en el que ni si quiera tenías pensado vivir. Porque no, maldito subconsciente, tus ojos no son de este mundo. 
Ya llevábamos años guardándole el luto a una puta despedida que además de ser puta no tuvo los cojones de aprender a besar antes de pasar el último tren. Ya llevábamos años ahorrando sal para el tequila cuando lo que realmente queríamos era coger la botella y despegar. Dejar la tierra, tocar fondo y despegar hacia el sol. Y quemarnos. Quemarnos como quema el fuego cuando se juega con la intención de ganar. Y salir. Joder, salir perdiendo hasta sin premio de consolación porque el hecho de que te fueses no fue un premio, fue la maldita lotería. 
Y ahora le pregunto a tu ausencia, ¿la felicidad se puede comparar con la tristeza de perdernos? Yo he sentido extasís en tu pérdida: mi ganancia. 

Ahora me pregunto, ¿para qué coño voy a escribirte si estás muerto?