la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

viernes, 29 de marzo de 2013

Intento de poesía.


Apoyada en su almohada, reflexiona. Está cansada de la rutina de todos los días. Una sensación invade su cuerpo, seguida por un escalofrío y por unas lágrimas que comienzan a asomar por sus ojos y a recorrer sus mejillas.
Lleva más de una hora escribiendo, borrando, volviendo a escribir y volviendo a borrar. Es como si fuera incapaz de hacerlo.
Llega a pensar que los motivos para hacerlo se fueron cuando él desapareció de su vida. Pero reconoce que ya ha pasado mucho tiempo. Ya lo decía Neruda, es tan corto el amor y tan largo el olvido. Pero no es el hecho de que él no esté ahí lo que le hace tanto daño.

Ella solía encender la radio y desconectar de la realidad para evadirse en un nuevo mundo. Cogía un libro y era capaz de volar. Así era. Decidida, valiente, responsable, un poco presumida, como todas las niñas de su edad. Le gustaba la fiesta, salir con sus amigas, divertirse, ir de compras con su madre, jugar con su hermano pequeño. Soñaba que, cuando fuese mayor, podría cambiar el mundo. Desde su punto de vista todas las cosas tenían un lado positivo y era partidaria de que las lágrimas tan sólo eran formas de desperdiciar sonrisas. Aunque dejó de tener esa percepción unos pocos días antes de que todo aquello sucediera. (Bueno, mejor dicho, dejara de suceder.) Era como tantas otras pero, a la vez, con cualidades que no poseía ninguna.
Tenía un algo que la diferenciaba del resto, algo que únicamente él pudo apreciar. Eso era lo que les unió desde un primer momento. Desgraciadamente, es inexplicable con palabras. La única manera de definirlo era mediante miradas, cómplices de un futuro inexistente, de un presente incomprensible y testigos de días y noches, peleas y reconciliaciones, baches, piedras en el camino, muchas cuestas hacia arriba y otras hacia abajo y sin frenos.
Por eso aquello que les unía era, a la vez, lo que les mantenía a flote. Y, desgraciadamente, también fue lo que  acabó su relación. Y lo que llevó a una “autodestrucción” un poco suicida de ambos.
Su mente aún no alcanza a entender el por qué de ese final.

Ha llegado hasta tal punto de mirarse al espejo y no reconocerse. Es consciente de que el amor no es un intento de poesía, como solía definirlo él. Ni es el conjunto de palabras que salen de sus manos como por arte de magia cuando le tiene como único pensamiento. Ni es él cuando está con ella, ni ella cuando le ve a él y siente que el corazón se le sale del pecho. El amor, propiamente dicho, no es un cúmulo de sensaciones, ni de sentimientos. Los sentimientos no entienden de personas. Las personas no comprenden, ni comprenderán nunca la grandeza que abarca un sentimiento como tal. Y ahora conoce esa realidad mejor que nunca.

Muchos han sido los que han intentado definirlo a lo largo de la historia de la humanidad y, a día de hoy, ni la RAE sabe bien de lo que habla cuando define subjetivamente esta palabra. La RAE no entiende de noches en vela, ni de llantos ahogados en la almohada, ni de preocupaciones sin sentido, ni de kilómetros de distancia que separan a dos personas que piensan que deben estar juntas. No sabe de alegrías, ni de engaños proporcionados por otra persona. Aunque, quizás, sí que lo sabe quién lo escribió. Tal vez, él sí que se enamoró alguna vez.
Pero tampoco se podría decir que el amor es el acto de enamorarse. Eso es un proceso.
Las canciones hablan de amor, pero de un amor que termina o que está en su máximo esplendor.
Nunca acabó de comprender eso.

Esta es la razón por la que ha decidido no encender la radio esta noche y ponerse a escribir. Intentarlo, al menos, sin acordándose de él. Misión imposible. Ya eran demasiadas las veces que había intentado escribir poesía sin nombrarle entre líneas, sin contar su historia, sin nombrar la palabra “kilómetros” o sin tener en mente ese día de un mes cualquiera, que le marcó tanto y de tal manera, que había llegado a convertirse en el único motivo de su escritura.

Harta de aquello, permite que sus pensamientos dejen de fluir por su mente y desaparezcan. Reniega de la realidad. No quiere darse cuenta de que él se ha ido.
Sabe que es de suicidas intentar autodestruirse, pero supone que es demasiado fácil tratar de saltar del precipicio donde la han situado sus emociones. Y lo fácil nunca es la mejor opción.
Sube a la azotea con el cuaderno en el que tantas y tantas veces le escribió a él y un mechero. Lo quema. Llora, pero no se detiene. Hasta que todo lo que queda son cenizas. Nada más que eso.
No se siente mejor pero al mismo tiempo es como si un peso hubiese sido liberado mientras que las cenizas llenaban el suelo.

Vuelve a su cuarto. Coge un lápiz y un papel y escribe:
“Te has ido, ahora soy consciente. Gracias por todo. Sé feliz y cuídate. Sería bonito decirte que siempre voy a estar esperándote pero ese siempre lo desperdiciamos hace mucho tiempo. Intentaré renegar de tu recuerdo tan pronto como me sea posible.”

Después se hace prometer a sí misma que no volverá escribir poesía hasta que consiga sacarlo de su cabeza. Ese es el precio que debe pagar por olvidarlo.

sábado, 9 de marzo de 2013

Entre líneas.

Si leyeras... si algún día leyeras algo de lo que te escribí, perdón, de lo que te escribo(...) Pero no como lo leen las personas normales. Sino entre líneas. Si pudieses descifrar el contenido que existe en cada letra, aquello que guarda cada palabra, cada párrafo, o cada intento de verso descubrirías que, en el fondo, no son más que suspiros incompletos de algo que nunca tuvo fin porque su principio nunca se dio. Si fueses capaz de notar en cada acento, en cada punto de la "i", ese silencio que levemente se identifica con el tuyo en tantas ocasiones. Si te hicieras consciente del dolor que llevan los puntos, los seguidos, los aparte y muy especialmente los finales. Es que no te haces una idea. Pero, si pudieras hacértela.. entonces me acabarías de conocer... más bien de entender.
Lo importante en cada escrito no es su contenido, sino lo que se esconde detrás de él, lo que intenta decir. Si escribo la palabra "kilómetros" sabes que equivale a decir tu nombre. Joder, eso al menos sé y soy consciente de que lo sabes. No me lo niegues ahora. Igual que sabes que si escribo "olvido" me refiero a un imposible, es sinónimo de incapacidad. Y punto.
Insomnio, desvelo, tú, acabar, empezar, joder, reír, pensar, redactar, hola, adiós, esperar, noches, tardes, noción, tiempo, vida, suicidio, droga, dolor, besos, ella, no yo, ella. Sueño, incapacidad, desconcentración, miradas que se perdieron pero que nunca se encontraron, ni se volverán a encontrar si quiera, ni de lejos, ni de cerca. Decir "te quiero" pensando en follar, Neruda y su luna, muda; vicios, canciones, recuerdos, cartas, folios, bolígrafos.
Entre todos hay algo más que una sencilla relación de significado, existente para mí e inapreciable para otros.
Porque cada palabra cuenta su historia, una lástima que nadie sea capaz de entenderla. 
"....y tan largo el olvido."
Y, aunque parezca que escribo sin sentido, me siguen faltando motivos y sobrando razones. En eso se resume todo. En eso te sintetizas.