la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

sábado, 25 de enero de 2014

Precipicios.

Al fin y al cabo suicidarnos en unos ojos siempre nos parecerá mucho más ético y menos doloroso que tirarnos desde un ático o saltar a las vías del tren.

Y qué equivocados estamos cuando pensamos que así nos ahorramos sufrimiento. Porque esta es la manera de morir más dulce y amarga que podemos experimentar durante nuestra corta (pero intensa) existencia. De este modo, siempre nos quedará encontrarnos entere las miradas de la gente y decirnos a nosotros mismos:
 "Eh, que en esos ojos escogí matarme yo", o lo que es lo mismo, aterrizaje forzado tras la primera toma de contacto con su boca; perder el culo por su voz y el aliento por sus manos.
   Cambiar insomnios por son-risas de madrugada.
Testificar acta de defunción tras el último portazo y paro cardíaco inminente después de la primera huida.
El deseo de echar a correr hacia ningún lugar y querer con todas tus ganas perderte en un mar metafísico que se ha ido construyendo a base de lágrimas. Tus lágrimas. Porque en aguas metafísicas también podemos ahogarnos, ya lo dijo Cortázar.
Y después, creer resucitar en los (re)encuentros y vivir un poquito menos felices atados a un pasado en el que nosotros mismos decidimos probar suerte, muy a pesar de las consecuencias pues no caímos en la cuenta de ellas.

El problema es que nunca volveremos a ser los de antes y eso no hay mucha gente que lo entienda.

lunes, 13 de enero de 2014

Título de la entrada.

Llevas el peso de lo que escribo hasta tal punto que ya no sé si es mano o si es la tuya la que trata de escribir estas líneas, cómo si intentaras decirme algo, cómo si te importara una mínima parte de mí, una escasa proporción de lo que un día fuiste y no volverás a ser.

Hasta ahora, pensar siempre ha sido saltar al vacío de la mano, aunque contigo. Y ya no sé pensar si no es por ti, ni escribir si no es tu nombre aunque sea entre líneas, aunque me llame loca y ni yo misma quiera leerlo, leerte, escribir-te. (Y eso que ya hace meses que te saqué de mi subconsciente).
Tampoco sé hablarte si no es a base de despedidas pero poco importa eso ahora, ni besarte si no es en las heridas que nunca intenté causarte, ni odiarte si no eres tú.

Que no conozco precipicio más allá de tu recuerdo y créeme que lo hice arder mil veces como mínimo pero, ya sabes, quien juega con fuego se acaba quemando. Y me quemé y me calé hasta 
nadie sabe dónde, ni cuándo, ni cómo, ni por qué.  
Pero fuiste tú y no otro, fue a ti a quién le di el poder de destrozarme, de ver la manera en la que se producía la sublimación de mi propio ser, el cambio de estado de mi alma hasta convertirme a mí misma en agua de mar y desvanecer en él. Y encontrarte a ti lo suficientemente lejos de allí como para poder comenzar la huida de todo aquello que quedó en intento.
                             
            Nos faltaron cojones y no llegaron a sobrar motivos, más bien todo lo contrario.









PD: ahora escribo sin sentido, sin sentir. Espero que entiendas que no es por ti, que esto lo hago por mí, por acabar de recoger y tirar al mar las cenizas de aquello. Tu nombre ya no cierra más títulos, al menos no los míos. 
Por cierto  mi número sigue siendo el π.   

viernes, 10 de enero de 2014

Volvemos porque no sabemos irnos.

Mi amor, no dejes de abrirme en canal todo este tiempo que no vas a estar, que no vamos (ni queremos) volver a ser. Mátame. Y no te preocupes por mí porque ya vendrá alguien que quiera cerrarme y besarme todas las heridas, las cicatrices de todos aquellos lunares que me arrancaste de cuajo para llevar a otras "señoritas" a la luna. Y sé que llegará y pondrá mi mundo patas abajo tan sólo para llevarte la contraria o tal vez porque lleva demasiado tiempo patas arriba y por tu culpa. 

                     Y también sé que odiará todo lo que  yo no supe quererte. 

Y maldecirá cada uno de tus ataques, tus regresos y mis estúpidas recaídas. Suicidas y hermosas recaídas. Y sabrá que lloré tu primera despedida como lo hice sin cojones en la última  y que no era capaz de pronunciar tu nombre por miedo a que alguien te hiciese suyo aún sin conocerte y que las sonrisas más sinceras las he tenido al escuchar tu voz, o al soñar-te.
Y me ayudará a deshacerme de la parte de mi débil subconsciente que no deja de hablar de ti y que cada vez escucho menos a pesar de saber que siempre ha estado vigilada por tus pupilas. 
Y pulirá los huesos en los que un día te calaste tan dentro y de una manera tan indescriptible que nunca terminará de borrarte del todo.

                             Y entonces te odiará con más fuerza y me querrá un poquito menos. 
                                                                                                      Muy a mi pesar.

Y todo finalizará cuando acepte que vivir acompasado a tu recuerdo es lo más cuerdo que puede hacer si no quiere enfrentarse a mi memoria, más que nada porque no creo que tenga la suerte de que sea un psicólogo y pueda comprender que yo una vez fui hasta que te fuiste y dejé de ser. 
Hasta que apareció y decidió cambiarme los insomnios por contemplar madrugadas.