la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

domingo, 28 de abril de 2013

A ti.



Parece increíble que lleve ya aquí más de una hora intentando camuflarte y esconderte entre las líneas que ahora escribo.  Me resulta complicado hacerlo esta vez porque todas las palabras quieren hablar de ti, desean describirte tal y como tú eres. Es como si su único quehacer hoy fuese proyectarte a escondidas. No hay un orden para ellas, salen todas a la vez como si de una carrera se tratase. (Y qué razón tienen… Carrera de fondo irte o quedarte.)
A pesar de que mi mente no da para mucho más que para unos cuantos golpes de tinta a los que sólo algunos pueden hallarles el sentido, te he escrito algo. Y lo he hecho porque me niego a recordarte teniéndote en frente, porque, dentro de lo que cabe, te estoy cuidando aunque tú no seas consciente de ello.

Llevo observándote desde el otro lado de la ventana, despacito, con ternura, intentando que nadie allí dentro se de cuenta de ello desde que me enteré de que estabas aquí. Sé que cada día esperas con ganas el momento en el que llego, te pregunto cómo estás y te tiro un beso. O dos. O los que hagan falta para que sonrías, aunque sea sin darte cuenta. Y yo entiendo que no puedas contestarme, pero aguanto con la mirada clavada en tu imagen. Estoy segura de que te enteras, no sé muy bien la manera; pero sé que sabes que estoy contigo, al otro lado, pero contigo.
Eres el hombre más fuerte que he conocido. Tú, pelirrojo de ojos verdes en los que tantas y tantas veces me he visto reflejada, de los que un día llegué a enamorarme incondicionalmente.
Contigo todo era un entendido entre miradas.
Te escribo a ti, cómplice a escondidas, por el que creo recordar (y sé que recuerdo bien) que jamás derramé una lágrima, todo lo contrario, cada vez que estaba a tu lado me sacabas la mejor de mi sonrisas, me llamabas guapa y me decías que me querías, que era especial. Adoraba cómo me sentabas sobre tus rodillas, me contabas historias y acabábamos riéndonos hasta que no podíamos más, hasta reventar de dolor de barriga, a carcajada limpia. Me encantaba cómo describías a la mujer que lleva a tu lado todos estos años, esa por la que vives y por la que estás dispuesto a darlo todo, aquella de la que estás más enamorado que el primer día.
A ti, autor y guionista de los mejores momentos que he podido pasar a lo largo de mis diecisiete años de vida. Nunca llegué a agradecerte las veces suficientes lo importante que eres, la falta que me haces. Quizás, porque desgraciadamente, hay veces que necesitamos momentos así para darnos cuenta de lo que realmente necesitamos. Y yo ahora sé que te necesito a ti, aquí, a mi lado y no al otro lado del cristal.
A ti, porque te quiero.
A ti, porque sé que puedes. Porque unos cuantos tubos no van a impedir que vuelvas (por favor, vuelve), y sé que regresarás. Tarde o temprano volverás a estar con nosotros como lo estabas una semana atrás. Te estamos esperando, no lo olvides.
A ti, que estás luchando mientras que los que te queremos lo estamos haciendo contigo pero en silencio. La batalla es tuya. Todos dicen que la estás ganando, que no estás bien, pero que estás luchando, que lo vas a conseguir. Y yo sonrío orgullosa cuando escucho eso porque pienso lo mismo que ellos y me siento afortunada de haberte conocido y de ser tuya y no de otro.
Estos días están siendo duros. Vuelve. No sé el número exacto de veces que he escrito “vuelve” pero no son suficientes. Quiero oír esa voz de nuevo, sumergirme en el mar que esconden tus ojos, visitarte los domingos, reírme en tu casa, ser feliz, otra  vez, estando contigo, literalmente y no de esta manera.
 Mientras que siga así prometo visitarte diariamente, te prometo tu beso desde este otro lado. Voy a intentar estar siempre con una sonrisa en la cara, ahora, eso sí, con nombres y apellidos, los tuyos, que para el caso, casi que son los míos.
Te escribo a ti porque sé que te hará ilusión leer esto cuando mejores, abuelo.
Regresa porque nos haces falta.”

miércoles, 17 de abril de 2013

Motivos1



Escribo en pasado porque es la única forma de tenerte. Recordar que un día estuviste allí, que fuiste mío, que nos prometimos algo aún sabiendo que lo íbamos a incumplir. Al menos por tu parte. Yo nunca he tenido intención de irme. O al menos, por ahora. 


Escribo en pasado porque es la única manera que conozco de tenerte presente, de volver a vivir una y otra, y otra vez esos días, con sus horas; y esas horas con sus momentos. Momentos nuestros.


Escribo en pasado para así no tener que utilizar justificaciones estúpidas para poder explicarle al resto del mundo que te he olvidado. Aunque tanto tú como yo sepamos que las cosas no son así de fáciles. Y es que, fingir nunca podrá ser suficiente. Míranos. Lo intentamos. Jugamos a fingir algo y ya ves, estamos donde antes de empezar. En ningún sitio.


Supongo que las cosas seguirán así, que no vas a volver y que no hay necesidad de preguntarte otra vez el por qué de esa decisión, qué fue lo que te llevó a pensar que lo mejor era irse y dejar atrás todo lo que nunca podrá llegar a ser porque se ha quedado en un pasado sin salida, un túnel oscuro, largo, con principio y con un final que parece que no llega, pero cuando llega.. Cuando llega se acaba. Y es así. Y no hay nada más que hablar. 


Porque si existe una cosa que termina y no tiene razones para ello, hay unos motivos todavía más fuertes que impiden que vuelva a empezar desde 0, desde 3 o desde 20. Las segundas partes tan sólo son apariencias, aunque hagan falta. Y desgraciadamente, nosotros no necesitamos una segunda oportunidad, sino una primera y esa primera si que no va a llegar. Al menos, no mientras vivamos. 

domingo, 14 de abril de 2013

Si se acaba es porque había



No voy a hablar del tiempo. Ni de las oportunidades. No voy a mencionar el pasado, ni el presente, ni el futuro incierto. Tampoco diré nada de ti; ya he escrito suficientes veces sobre lo mismo. O al menos, las necesarias como para darme cuenta de que es algo que, inevitablemente, llevo dentro de mí. (Te llevo dentro de mí.)

No quiero mencionar los trenes que se marcharon y que no van a volver. Más que nada porque eso es mentira. Los trenes pasan siempre a la misma hora por la estación. Aunque creo que no me refería a los trenes materiales. Creo, no sé, no me hagas mucho caso. 

No voy a contarte cómo caen las gotas sobre la ventana los días que llueve mucho, o el por qué de mis manías que me llevan a no dormir por las noches (sí, admito que mi insomnio tiene motivos y no es ocasional.)

Se me están terminado los motivos por los que escribirte. No sé las razones, pero se me están acabando. Se van, y tú con ellos. Y eso es triste. Y me da pena que te vayas porque ya me acostumbraba al no tenerte que siempre te ha caracterizado, que nos ha dado forma... Estás acabando con lo que quedaba de mí; de mi yo desde el principio, de la niña que conociste. Ya apenas queda algo que reflejar sobre el papel de la cosa más bonita de esta historia, que eres tú, pero que no soy yo porque yo no estoy contigo y yo no soy sin ti. 
Pero que no te vayas. Supongo que a día de hoy escribo para mantenerte vivo. Así que por favor, no te vayas. Quizás no encuentre motivos y me falten miles de razones y argumentos y me sobren las ganas y las lágrimas y las ostias que me he pegado contigo cada vez que me hacías rozar el cielo. Pero me haces falta. Casi tanto como el primer día que te fuiste. Porque, ciertamente, todo es acostumbrarse.

jueves, 4 de abril de 2013

"Otro tango bailando con la esperanza."


Nunca he sabido expresarme del todo bien. Quizás deba explicarte el por qué sigo escribiendo sobre ti y puede que en algún momento necesite mencionar el comienzo de todo esto, pero es imposible referirse al principio sin nombrar el final. Al menos contigo.

Tal vez siempre hable de cómo acabó todo porque me dan escalofríos de sólo pensarlo. Y las palabras fluyen. Te prometo que salen solas cuando hablo de ti. No las culpes a ellas,  ni trates de excusarte con la estúpida idea de que sigo enamorada de ti. Aunque la verdad es que ya no sé de que manera cortar de raíz, si cada vez que estoy a punto de conseguirlo.. apareces en forma de recuerdo o te encuentro dando tumbos por ahí.
Y eso es un problema. Una putada.

Tengo más que comprobado que no hay droga, ni ciego, ni sonrisas que puedan sacarte de mi cabeza. Y ni hablemos de los "intentos" de intentos de olvidarte. Ni de las veces que se quedaron en expectativas de una vida sin ti.

Independientemente de que en cada final existe un principio, ¿ves por qué es más fácil empezar por el final? (qué ironía) Si duele hablar de que todo terminó algún día, de algún mes, de algún algo, aunque quizás fue mucho antes, más rápido de lo que pienso, no lo sé, ese dato ha sido borrado de mi memoria, o al menos escondido. (Supongo que para intentar evitar auto-destruirme muy poco a poco, a velocidad de vértigo.) Si molesta hablar del final, imagínate lo que jode hablar de ti desde el principio.