la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

domingo, 8 de marzo de 2015

El título eres tú.

Por qué te quiero. Porque te quiero. Inexplicablemente, inexorablemente, indescriptiblemente, indistintamente, inalcanzablemente. Sinceramente. A ti.

Los precipicios siempre me llamaron como a quién le llama su madre para volver a casa, como la voz interior que escuchas cuando el silencio implora, como el deseo de ser una y otra vez, por fin, la nada. 
Pronunciaban mi nombre con un tono de ternura que únicamente es comparable con una abuela al teléfono, con las primeras palabras de un bebé o con una disculpa de corazón.
Ansiaban mi regreso como el que espera la vuelta a casa cada Navidad, como cuando se tiene un día de mierda y te preparan tu plato favorito para comer. 
Escribían en el viento esas seis letras que lo componen con una caligrafía exquisita, escondida en las mejores canciones, descrita en poemas llenos de. 
Lloraban mi ausencia como se lloran los amores perdidos, los portazos sin vueltas y la pérdida de toda la soledad que se olvida en la vida (y que no acompañará ni en la misma muerte)


Pero, ¿qué coño se supone que pueden hacer ellos a tu lado? 
Si desde que tengo tu cuello, poseo mi propio salto al vacío sabiendo que en la caída me encontraré contigo, siendo consciente de que la posibilidad de tirarse desde un puente sin cuerda y salir ilesa es tan real como lo es contigo. Estás tú. Siempre tú.
Desde que tú, nada es todo, pero todo nunca volverá a ser nada. La ausencia no brilla por sí misma cuando tu presencia llega. 

¿Por que, vida mía, por qué cojones soy incapaz de querer a nadie pero muy capaz de quererte a ti? ¿Cómo he podido? 
Te juro que no quería, que pensaba que mi relación con el amor se reducía a un odio intenso, inviable y cruel. 
Te juro que derramé tantas lágrimas la noche en la que decidí unir mi vida al vacío
que perdí la cuenta. Perdí, de perder. Me perdí a mí misma. 
                                                                  Hasta que te encontré a ti.
Te juro que me oponía estrictamente a volver a enamorarme. Y mírame ahora. Volvería a desafiarme las veces que hicieran falta hasta convencerte de que eres tú el que ha querido devolverme a mí. Y así puedo ser contigo.
Y entonces apareció tu cuello. Entonces fueron tus manos. Entonces fue tu voz. Entonces fueron tus labios. Entonces fueron tus ojos. Entonces empezaron a suceder una serie de cosas que para qué contar si es mejor haberlas vivido, para qué compartirlas si ya las conoces.
Entonces, sólo entonces, supe que hay un día que marcará el resto de todo lo que viene después y que querer es tan real como posible si estás a mi lado.

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