la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

jueves, 7 de febrero de 2013

Frío como el mes de enero.


Nada es eterno. Y bien lo sabe ella. Ha perdido la noción del tiempo desde hace ya unos cuantos de días. La verdad es que eso ahora tampoco le importa mucho.  

Piensa que tiene motivos para no salir de las cuatro paredes que componen su habitación. Él se ha ido. Su adiós no escondía un hasta luego. Parece ser que tenía la intención de irse para no volver. Nunca. Ni si quiera si ella le llamase en aquel preciso momento y le suplicase otra oportunidad. Él no se dignaría a dar marcha atrás sobre sus acciones.

Observa esa fotografía colgada en la pared en la que ambos salen juntos, sonriendo, amándose. Se le viene a la cabeza aquella cita que leyó en alguna página de Internet: “Para todas aquellas personas a las que han hecho daño, decepcionado o mentido, recordad que la gente se equivoca que somos humanos y cometemos errores, a veces las segundas oportunidades hacen falta, sobre todo si se quiere.” Ella lo quería. Y no necesitaba una segunda, sino una tercera oportunidad. Demasiado tarde, ya era demasiado tarde. El tiempo había pasado en su contra. Y de eso era consciente.
Se sumerge en la almohada y comienzan a brotar lágrimas de su rostro.
“Esto es normal ahora. No hace más de dos semanas que le dejé escapar por… orgullo. Sí, será eso. Orgullo. Tal vez, en esa situación me habría tocado a mí ceder. No siempre tengo que tener la razón, a cabezota no me gana nadie y a orgullosa, casi que tampoco. Aunque ahora mismo sería capaz de coger mi orgullo y romperlo en mil pedazos con tal de coger el teléfono y llamarlo, o mejor aún, ir hasta su casa y demostrarle que me importa, que todavía le quiero. Pero, ¿para qué? Si ya todo está perdido”, reflexiona en la oscuridad del silencio.
Mientras, le invade un sentimiento de melancolía tan grande que no puede ser explicado a través de las palabras. Se da cuenta de que tiene a la soledad como fiel compañera.

Y es que, por mucho que le duela, sabe bien que no va a regresar, que lo mejor será olvidar todo y aceptar esa despedida, esa palabra que tanto daño le causó dos semanas atrás, ese “adiós” frío como el mes de enero. Si no le ha llamado hasta ahora, no lo haría en ese momento.
Ella es fuerte. Y lo sabe. En dos, quizás tres meses, habrá comenzado a superar esta ruptura. Necesitaba tiempo, espacio. Tal vez un viaje a la playa le sentaría bien, pues el mar siempre ha conseguido relajarla.
El gran problema está en que cinco años de relación tienen sus momentos y estos no se olvidan en un abrir y cerrar de ojos, aunque arrojara todas las cartas y poemas que él le escribió en una hoguera. Su recuerdo seguiría estando presente en su corazón y no existe, o al menos ella no conoce, método para sacarlo de ahí y poder seguir hacia delante sin él. 

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