Nota: Las personas a las que va dirigido esto deben saber
quiénes son de antemano, no hay necesidad de escribir nombres y apellidos
porque tienen que leerse entre líneas (y no líneas).
El 2013 va llegando a su fin.
Podría resumirlo empezando por enero y acabando, cómo no,
por diciembre pero eso sería dos cosas: por un lado, demasiado fácil y por otro
supondría ir redactando momentos. Yo quiero nombrar personas.
Supongo que coincidiremos en que los momentos pasan y las
personas permanecen; teniendo en cuenta como excepción aquellas veces en las
que se van las personas pero se quedan sus recuerdos. En fin, que eso es otra
historia.
Sé que voy a empezar con el menos indicado pero, cariño,
sabes bien que me has marcado como nadie este maldito 2013. Los años impares
tienen algo en común contigo, mi amor, y es que nunca fueron hechos para mí.
Podría decirse que hemos pasado por muchas cosas este año,
aunque menos que los anteriores y quizás eso sea la señal definitiva para
dejarte atrás este año que comenzará en unas horas. No sé si es lo correcto. No
sé si escribirte es correcto pero siento necesidad de hacerlo en este “último
adiós” a las oportunidades que perdimos y desperdiciamos durante doce meses. Doce
meses. Sin ti. Contigo. Sin ti. Contigo. Sin ti. Sin ti, si ti. Como si
escribirlo fuera un suspiro; sin ti. Debo admitir que no sólo me has hecho
llorar, sino que me has dado ánimos, me has devuelto la esperanza más de una
vez aunque después me la arrebatases de nuevo y me has hecho seguir, seguir,
seguir. Te me has aparecido incluso en sueños, vida mía, para decirme que
estabas bien, que olvidarte sería lo mejor para los dos, que nada ni nadie
puede ser más fuerte si me lo propongo. Y ahora sé que tienes razón. O que tu
fantasma tiene razón. Gracias por este verano, por ilusiones, lágrimas y huidas.
Y las vueltas de no saber marcharme. Gracias por demostrarme que las mejores
rosas son las que tienen peores espinas y las que te provocan heridas que no
son las que más fácil y rápido cicatrizan. Gracias por hacerme pedazos, volar y
caer de un precipicio, romperme las piernas con las recaídas en cada salto de
aire contigo, gracias por matarme por dentro, por enseñarme que no me puedo
fiar de la gente y que debo tener más amor propio. Gracias por hacerme feliz,
porque al fin y al cabo, lo has hecho. Y adiós. Adiós a ti y a mí suspirando
por cada uno de tus huesos y rogando al destino que nos calase dentro del corazón
del otro, que nos cruzase en una carretera o en alguna conferencia, o qué se
yo, en una excursión. Nadie podrá igualarte.
Ahora os toca el turno a vosotras. Sois ocho, pero para mí
es como si fueseis una sola.
Por querer romperle las piernas a más de uno por tocar los
cojones. Por la tía de los tacones rojos y el cani de la bufanda con el que me
obligaste a bailar. Por la vez que nos llevó tu padre en el coche me pasé de mi
casa y crucé esquivando coches. Por la vez que nos recogió el mío y volvimos
haciendo eses. Por tu caída de la feria. Por ti, por mí y porque este año va a
ser nuestro. Eres increíble. Por el recreo de las coca-colas. Por los sueños
con aquí la amiga que impiden cierto grado de concentración. Por tirar de mí
hacia arriba incluso cuando estabas peor que yo. Y qué cojones, ¡por el cambio!
Por la mochila y el tenderete del camino. Reencuentro loco en Fuengirola. Por
el año que empieza en unas horas y acabará. Porque esa noche la luna pudo ser
la más grande de muchos años pero tú la veías doble. Por estar chillando como
una loca y haciendo fotos como si no hubiera mañana el día ese que sabes que
fue tan importante para mí. Porque tenías razón y te sentías orgullosa. Por
todos los kilómetros que recorrimos, por el camino de piedras y seguir el
ritmo. Por las paraditas y sus conversaciones. ¡Venga chicas, ánimo chicas! Por
risas, llantos y esa canción que ahora estás pensando que casualmente te sale
en aleatorio, vaya casualidad… Por las resacas en el provenzal, con gafas de
sol, palomas cagando y planeando cómo no comer en casa porque ponen lentejas. Por
defender con uñas y dientes lo que es nuestro. Por querer meteros en follones
porque no os parece ético que haya puesto eso y verás como se lo encuentre la
que lo ve todos los días cogiendo el autobús. Por la Buti. Por los doce meses
que me habéis regalado y por todo lo que hemos vivido. Tanto bueno como malo,
de los errores también se aprende.
No me olvido de vosotras dos. Mis dos niñas de Fuengirola,
el sitio que nos volvió a unir. Muchísimas gracias por este verano, por los
paseos de día y las charlas de noche, por hacerme levantarme de la siesta para
salir a la playa o a la piscina y por sacarme casi literalmente de los pelos de
mi casa en los días que he estado peor. Por la lluvia de estrellas que no llovió
nada. Por la noche en una casa cenando pizza y las fotos que salieron de ahí. Por
escucharme. Por demostrarme que aunque nos veamos de vez en cuando tenemos una
amistad enorme, porque os quiero muchísimo y espero vivir con vosotras el resto
de años que me quedan de vida. Gracias, gracias, gracias. Nunca será suficiente
las veces que os lo diga porque de verdad os digo que me habéis demostrado
tanto… tanto, tanto que no sé como expresarlo.
A la de al lado y a la que tenía antes atrás. Gracias por
alegrarme las mañanas y sacarme sonrisas. Por aguantar mi mal humor y mis ganas
de mandarlo literalmente todo a la mierda e intentar que vea el lado positivo
de las cosas. Por el cartel del loco del skate y por la vez que la otra casi
tira a un pobre muchacho en Barcelona. Por los piques tontos de las seis horas
al día y por las reconciliaciones basadas en sonrisas.
A ti, que estoy harta de decirte que no sé cómo lo has hecho
ni qué cojones haces para tenerme así pero no dejes de hacerlo nunca. Y quién
te iba a decir a ti ese ocho de septiembre que parecía tan callada que hablo
hasta durmiendo… Por las veces que te he dicho; “Anda vamos a dar un paseito” y
hemos acabado en la mezquita y tú quejándote porque hay que ver Isa que vengo
andando y me haces andar más. Porque sé que viniste a darme unos apuntes de
historia y acabaste recorriéndote Córdoba entera porque te convencí para que me
acompañases y bueno, porque sé que en el fondo querías darte una vueltecita y
contarme tus cositas. Porque nunca he conseguido estudiar contigo en una
biblioteca, ahora que el primer comentario de texto que hice, olé, a ti te lo
debo. Por las fotos que no nos hemos hecho porque llevaba pelos de loca y
porque a mí león me llamas tú y según tú nadie más. Por los cinco minutitos más
que acabaron siendo siempre poco más de media hora. Por las veces que sin
saberlo me has sacado hacia delante. Eres grande, corazón, eres grande. Gracias
por haber aparecido porque, realmente, tú eres una de las pocas cosas buenas
que me ha traído este 2013.
2013 fue una madrugada y un veinte de abril.
2013 fueron desconocidos que se cruzaron conmigo por la
calle y me dedicaron una sonrisa, retrasar el despertador cinco minutos más,
casi llegar tarde porque se me cayó el móvil al váter, una entrada de año que
dejó bastante que desear y unos churros que estaban más fríos que qué se yo, una
noche de terror en el colegio y una semana santa desgraciadamente pasada por
agua. 2013 fue ver por primera vez la madrugá en Sevilla, aprender a leer poesía,
reencuentros y despedidas, insomnios con nombre y apellidos con fecha de
caducidad.
2013 fueron 365 días, pero muy pocas noches.