Te dije te quiero y
acabé casi llorando. Casi llorando externamente, amor.. te aseguro que aquí
dentro llovía a mares. Y a montañas. Y a bosques. Y a incendios. Y a temor. Y a
los por qués que nadie se preguntaría si no fuese yo. Te dije "te quiero"
un martes 13, quizás de enero. Y la fecha hizo de las suyas. Y aquí seguimos.
Porque,
en fin, para mala suerte, la que me abandonó un siete de casi cualquier mes que
querría haber sido contigo.
Que sí,
que bueno, que vale. Que las casualidades no existen y las coincidencias
tampoco, pero bien que nos hemos tirado toda la vida siguiendo las
huellas de alguien que se hace llamar Destino y que no es más que un invento de
otro alguien que quería dejarlo por escrito. (descrito) "Lo que Dios une
que no lo separe el hombre" y este invento no es Dios, pero por si. Que no
te separes, que no te vayas aunque te lo pida, que te quedes aunque lloremos,
que luches aunque estés vencido. Joder, que a mí me anulas tú y yo te dejo a ti.
Destrúyeme si quieres, pero tú. Y nadie más.
Tu
infierno es mi jodido cielo (si sabes por donde van las cosas) y eso que yo no
soy de nadie pero a lo mejor sí un poco tuya. A lo mejor más “sí” que el
mismo “a lo mejor”. Continúo sin asegurarte nada que no sea un futuro a mi lado
lleno de piedras y de paraísos que nadie se atreve a revelar.
Te
prometo que yo una vez me calé hasta los huesos y sacaron como conclusión que
no tengo nada que distribuya mi sangre bajo el pecho. Poca sangre y
mucho veneno. Arterias de hielo que no se derretirían ni en el mismo Sol. Venas
de soledad y poco riego. Que no sé, que ahora más que nunca soy casi consciente
de que ellos no tenían razón, que esa es tuya y eres tú: de entre todos los
habientes del planeta tú eres mi razón. Y mi locura. Y mi juicio y mi desquicio.
Y mi tormenta. Y mi mejor calma. Mi agua y mi fuego. Mi suerte y el fin de la
maldición. El príncipe que besó a una rana que se hacía llamar Muerte y la
devolvió a la vida. La mejor almohada y
la peor despedida.
No
preguntes lo que no voy a ser capaz de responderte. Deja de hacer eco a mis
cicatrices y permíteme arrancarte de
cuajo las tuyas, cariño, que ya va siendo hora de dejar de malmeter y empezar a
bienpensar. En esto. En nosotros. En que es una verdad absoluta e irrefutable
todo esto que sentimos con los ojos cerrados y el corazón abierto. De par en
par. De norte a sur. De este a oeste. De lejanía a cercanía y de cercanía, a
ti. Siempre tú. Siempre a ti.
Debería
darte las gracias, ¿sabes? Por hacerme posible, por darme voluntad, por
animarme a seguir adelante, por motivarme y por hacerme caer en la cuenta de
que hasta lo más impensable puede hacerse realidad. (eres la realidad) Gracias
por aparecer, gracias por quedarte, gracias por no hacerme caso alguna que otra
vez y abrirme los ojos. Gracias por ser. Y dejarme ser.
Eres
realidad,
amor, existes de verdad.
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