Que contigo conjugaría el verbo temblar en todos los idiomas del mundo, pero quedándome en la primera persona del singular, que es lo que viene a ser cuando tú.
Porque me tuviste temblando y lo sabías, y aquí sigo y tú ya quieres creer no saber.
Pues bien: Esto es lo que pasa.
Que hasta el mar te echa de menos cuando te vas y contra eso... Contra eso yo no puedo competir. Tan sólo me queda seguir escribiéndote y formar mi propio mar lejos de tu espalda. Eso y echarte de menos y, quién sabe si de más, madrugada tras madrugada.
Insomnio tras insomnio. Eres.
Y yo no sé si me explico pero me bastó aquella vez para elegir suicidarme contigo.
Los demás son todos secundarios.
la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…
martes, 25 de marzo de 2014
domingo, 9 de marzo de 2014
sólo vivimos en conciencias.
Mi
amor, déjalo correr y deja que se vaya de una vez por todas. Esta incertidumbre
ha acabado con los dos, por los dos.
Permíteme
admitirte que ha(s) estado bien durante este tiempo pero ya es hora de abrir el
grifo y dejar que fluyan las gotas que llevan escondidas las ganas.- nuestras
ganas o las que quedan de ellas-. Las mimas gotas de la misma agua que han
estado secando mi cabeza durante… qué sé yo. Sabes que perdí la noción de los
días en el último portazo.
Pero
el caso es que volvías. Siempre volvías.
Efecto boomerang, podríamos llamarlo. Y acababas de partirme como si fueras
un rayo de sol que aparece por primera vez en Primavera derritiendo todo el
hielo que encuentra a su paso.
Yo,
que sé que la decisión de alejarme de tu vida es la parte más complicada de la
mía, he aceptado las consecuencias de haberlo estado pensando. Y qué le vamos a
hacer si hasta los sentimientos están por la labor de llevarnos la contraria.
Vamos
a ver, no es que estemos muertos pero debemos ser conscientes de que en la
primera mirada tras la huida decidimos dejar atrás eso que dicen que es la vida
para destruirnos hasta el último milímetro de eso otro que muchos llaman
corazón.
Y
sí, a partir de entonces acabaste conmigo, con mi vida y con mi sonrisa. Y
abarcaste toda mi mente para terminar colándote en mi subconsciente justo
después de calarte hasta más allá de mis huesos.
Bendita
destrucción que me proporcionaste un día cualquiera de abril, o a principios de
mayo.
Dejaste
mi cuerpo inerte y te diste a la fuga sosteniendo en una mano un arma y en la
otra, mi corazón. Desde entonces es tuyo. No te voy a pedir que lo cuides
porque sé que lo troceaste al llegar a tu casa y lo tiraste por ahí. Y por ahí cerca debe seguir, yo ya no lo tengo; ni si quiera poseo intención de recuperarlo,
total.. lleva tu nombre, no el mío.
domingo, 2 de marzo de 2014
Buenas noches, corazón.
A
estas alturas estábamos ya demasiado lejos como para echarnos de menos aunque
muy cerca para vernos temblar, derretirnos en otros brazos y trasnochar en
cualquier boca con un solo objetivo: perdernos de vista y olvidarnos del todo.
Para nunca conseguirlo
Para seguir escribiendo-[(te)]
Y aún
así continuar con tu nombre grabado en mi piel, como con permanente, como por
ti, como por y sin nadie más que ese que dejaste de ser.
Tu
sombra en mi retina. Aquel junio, aquella pista, aquellas vistas (¡y qué
vistas!), aquel encuentro que dejó de producirse, que acabó con nosotros.
Motivo
de destrucción: tu risa. Ese sonido con el que soñé tantas veces, la comisura
que llegó a quitarme el sueño. Folios y folios en blanco que pasaron a llevar
tu nombre escondido en todos y cada uno de ellos.
Tu
nombre. Eso que nunca me atrevo, ni me atreveré, ni tan siquiera me he atrevido
a escribir. Ese sustantivo que me desgarra por dentro y me rompe en mil y un
pedazos cada vez que, por algún motivo, decide rozar mis tímpanos.
Hace
tiempo que me río cuando me hablan de tirarse desde precipicios, de las subidas
de adrenalina que se producen al caer en paracaídas. Y me da la risa porque
para precipicios desconocidos sé que existe tu cuello; y para subidones de
adrenalina he tenido más que de sobra con tus idas y venidas, portazos y
cambios de cerradura y las ganas de tenerte cuando te había perdido de vista,
así por decir algo.
Tiirarse
hacia tus clavículas es lo más parecido a una piscina sin agua. Aún sabiendo
que podía morir en el intento, lo realicé a conciencia.
Y
sí, soy consciente de que nunca volveré a encontrarme con tus manos, a
enredarme en tu pelo y perderme en tus labios. Más que nada porque ni siquiera
he tenido el placer de conocerte. – TE DESCONOZCO Y AÚN ASÍ, TE ESCRIBO –
Tal
como eras.
Y
también sé que no hay más vuelta de hoja, ni folios, ni teclas, ni espacios en
blanco, ni tinta, ni motivos para perderte que vuelvas. Quizás porque nunca te
has ido: habitas en mi conciencia.
Y
así. Sucesivamente. Supongo que ya sólo me queda decirte: “Buenas noches de nuevo, corazón, nos vemos cuando se me cierren los
ojos. Hasta entonces, echémonos de menos.”
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