la culpa fue mía por escoger suicidarme contigo…

domingo, 14 de abril de 2013

Si se acaba es porque había



No voy a hablar del tiempo. Ni de las oportunidades. No voy a mencionar el pasado, ni el presente, ni el futuro incierto. Tampoco diré nada de ti; ya he escrito suficientes veces sobre lo mismo. O al menos, las necesarias como para darme cuenta de que es algo que, inevitablemente, llevo dentro de mí. (Te llevo dentro de mí.)

No quiero mencionar los trenes que se marcharon y que no van a volver. Más que nada porque eso es mentira. Los trenes pasan siempre a la misma hora por la estación. Aunque creo que no me refería a los trenes materiales. Creo, no sé, no me hagas mucho caso. 

No voy a contarte cómo caen las gotas sobre la ventana los días que llueve mucho, o el por qué de mis manías que me llevan a no dormir por las noches (sí, admito que mi insomnio tiene motivos y no es ocasional.)

Se me están terminado los motivos por los que escribirte. No sé las razones, pero se me están acabando. Se van, y tú con ellos. Y eso es triste. Y me da pena que te vayas porque ya me acostumbraba al no tenerte que siempre te ha caracterizado, que nos ha dado forma... Estás acabando con lo que quedaba de mí; de mi yo desde el principio, de la niña que conociste. Ya apenas queda algo que reflejar sobre el papel de la cosa más bonita de esta historia, que eres tú, pero que no soy yo porque yo no estoy contigo y yo no soy sin ti. 
Pero que no te vayas. Supongo que a día de hoy escribo para mantenerte vivo. Así que por favor, no te vayas. Quizás no encuentre motivos y me falten miles de razones y argumentos y me sobren las ganas y las lágrimas y las ostias que me he pegado contigo cada vez que me hacías rozar el cielo. Pero me haces falta. Casi tanto como el primer día que te fuiste. Porque, ciertamente, todo es acostumbrarse.

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